José Apezarena

Ideologías violentas... atractivas

Dos policías nacionales han sido asesinados en Kabul, en un atentado islamista contra la embajada de España extremadamente violento, incluyendo coche bomba y asaltantes fuertemente armados. Un suceso que finalizó también con la muerte de los terroristas.

Aunque, por sus características concretas, constituyan hechos diversos, en nuestro imaginario lo ocurrido en Afganistán se sitúa en la estela de los atentados de París y de San Bernardino. Es decir, del extremismo yihadista, que busca golpear en cualquier sitio y a cualquiera.

Actualmente, los analistas se esfuerzan por buscar claves que den razón de la amenaza que representan, en los sucesos citados de Francia y de Estados Unidos, unos individuos que están dispuestos a inmolarse matando, siendo así que en algunos casos no han tenido contacto directo con organizaciones como el califato terrorista.

Escribió sobre ello Lluis Bassets en El País, insistiendo en la novedad del fenómeno terrorista que estamos padeciendo, en el que muchos clichés han quedado obsoletos. No es clara ya la distinción que se formulaba entre Al Qaeda y el Estado Islámico, pero tampoco sirve la teoría del lobo solitario, vista la acción conjunta y planificada en los dos últimos casos citados, ni la del piadoso y pacífico fiel que se radicaliza en solitario.

Visto quiénes son ahora los protagonistas más comunes, el nuevo tipo de terrorismo podría describirse como una especie de 'externalización' por parte de una organización o marca, a la que se 'apuntan' a distancia individuos radicalizados.

Aparece el fenómeno de esos musulmanes pequeños delincuentes, marginados sociales, en tantos casos indoctrinados en la cárcel, que deciden mudar de vida, 'convertirse', y creen que su 'redención' exige inmolarse provocando una matanza. Se apuntan a la yihad para 'salvarse'.

Citando a Olivier Roy, experto en el islam contemporáneo, Bassets apunta que la clave "no es el islam radicalizado sino la islamización de la radicalidad". Y, desde ese entorno aparentemente religioso, desde Siria e Irak, se ofrece violencia y muerte a radicales que deseen poner en práctica sus inclinaciones.

Por lo visto, no estamos tanto en un fenómeno de corrupción religiosa, cuanto en un problema previo, de marginales y descontentos, de desarraigados, que buscan una salida para su existencia.

Por diversas causas, concluye Roy, existe una demanda de ideologías violentas, que surgen desde lo más profundo de nuestras sociedades, en las cocinas y en los dormitorios de barrios de grandes ciudades, que se vería canalizada por el islamismo radical.

 

Lo cual constituye un fenómeno mucho más inquietante, porque la cifra de desarraigados sin salida en esos ámbitos es preocupantemente alta.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena


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