Indulto a Jaume Matas, no

Tengo algunas reservas de fondo hacia la figura del indulto, ese perdón que puede otorgar el Gobierno discrecionalmente, sin tener que justificar públicamente por qué lo hace ni dar cuentas de las decisiones tomadas.

La suspicacia tiene que ver, por supuesto, con algunos casos concretos, como el del conductor suicida, pero también apunta a la figura en sí. Porque no parece muy congruente que los jueces puedan ver enmendada la plana, y en asuntos graves, por el simple criterio del Ejecutivo.

De todas formas, como no quiero pasarme. Admitiría el mantenimiento de esa figura, pero solamente para casos muy especiales, incluso extremos, y con exigencias de claridad y trasparencia, es decir, dando cuenta públicamente de los motivos para aplicarlo en esas contadas ocasiones.

Traigo a colación el asunto de los indultos porque vuelven a estar de actualidad, merced a la solicitud del ex presidente Balear, Jaume Matas, que ha suplicado un indulto, de modo que le conmuten por una multa los nueve meses de cárcel a que ha sido condenado por la Audiencia de Palma, que ha establecido que cumpla en prisión esos nueve meses.

Matas ha aducido razones de "humanidad" para justificar su petición, añadiendo que, si no logra la medida de gracia, acudirá al Tribunal Constitucional.

Como digo, los indultos me parecen en general cuestionables. Pero mucho más en este caso concreto. La lectura del rotundo auto de la Audiencia de Palma, demoledor sobre la figura y peripecias del ex presidente, constituye la mejor justificación que podría aportar.

En materia de corrupción podrían distinguirse al menos dos tipos de protagonistas. Los corruptos, es decir los que cometen esos actos ilegales; y los corruptores, quienes, además de serlo ellos mismos, incitan, promueven, animan, dan facilidades e incentivan a otros a serlo. Estos últimos merecen un más grave castigo social. Y, por supuesto, han de quedar excluidos de cualquier indulto.