José Apezarena

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, dos tipos con demasiada prisa

Ambos son políticos jóvenes, con casi todo por hacer. Y los dos suficientemente ambiciosos como apostar el alma en ello. Me refiero a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias, lideres, respectivamente, de la segunda y tercera fuerza del país, o sea, de PSOE y de Podemos.

A uno y otro les queda mucho tajo por delante, si pretenden alcanzar esa meta que todo político profesional anhela, que es convertirse en presidente del Gobierno. Los dos muestran una profunda ansia por alcanzar La Moncloa, o, como dice Pablo Iglesias, “asaltar el cielo”.

A los dos les va costando. Quizá más de lo que imaginaban. El camino no les está resultando sencillo. Todo lo contrario. Y por lo visto se encuentran al borde de la impaciencia. Por eso, a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias se los nota demasiado que tienen prisa. Y de ahí se deducen algunas consecuencias, con actuaciones no del todo positivas para ellos.

Pedro Sánchez cuenta con apenas dos años para urdir los mimbres que le conviertan en presidente del Gobierno. Es el plazo que le dan, porque, si no lo logra, no tendrá una tercera oportunidad. No se la concederán en su partido.

El líder socialista tropieza con dificultades ciertas, en la medida en que no acaba de controlar el partido, ni a nivel federal ni en las agrupaciones territoriales. Encima, la federación más importante, la andaluza, le planta cara con rotundidad, casi con descaro. Ahí está el desafío escondido tras las palabras de Susana Díaz, dichas en su presencia: “Pedro, no me obligues a elegir entre dos lealtades, el partido y Andalucía”.

Pedro Sánchez, por esa falta de paciencia (y también de mano izquierda), no está manejando bien su problema andaluz.

Díaz ha barrido en el congreso regional, lo que le ha colocado en posición privilegiada para confeccionar las listas de las próximas elecciones generales, lo que le asegurará tener en el Grupo Socialista un buen puñado de diputados suyos. No hay que olvidar que Andalucía constituye, con diferencia, el principal aporte de escaños para el PSOE. Unos parlamentarios que no serán de obediencia ‘sanchista’.

Como tampoco acierta Pedro Sánchez en el enfoque de la cuestión catalana, concretado en su denominada “plurinacionalidad”, concepto que nadie comprende qué es, cómo se articula y cómo funcionara. Y, sobre todo, ha provocado desconcierto y una clara contestación interna que tiene fraccionado el partido.

El impaciente Sánchez, en lugar de hablarlo, de debatirlo como se merece con sus compañeros, con los barones, se ha sacado del caletre un ‘solución’ que se ha convertido en un problema para el PSOE. Ni lo ha consultado, ni lo ha explicado, y así le va. Las prisas.

 

Pablo Iglesias también está trasluciendo una notable falta de paciencia. En lugar de elaborar en Podemos una estrategia de construcción paulatina, anda a tirones, a empujones, lanzando un día sí y otro también alguna ingeniosidad en forma de iniciativa política. Iglesias no está construyendo.

Y, como parte de ese nerviosismo, de esa aceleración, ahora ha optado por ‘pasar’ ampliamente de Pedro Sánchez, a pesar de que visualizaron una apariencia de acuerdo y pacto de colaboración.

Fue el propio Pablo Iglesias quien, durante el mes de junio, pidió en varias ocasiones a su colega Sánchez sentarse a negociar la colaboración conjunta de “los partidos de la izquierda” en el Congreso.

Se reunieron el 27 de junio, anunciaron que iban a caminar juntos, coordinados, en la labor de oposición al Gobierno de Rajoy, y se fotografiaron dándose la mano. A partir de ahí, nada más.

Lejos de protagonizar ese camino conjunto, Pablo Iglesias ha tomado la iniciativa por su cuenta, sin avisar antes a los compañeros socialistas. Las propuestas de Podemos han sido presentadas como una aportación propia y exclusiva de los morados.

Tras la cita del 27 de junio, tres semanas después tuvo lugar la primera reunión de los equipos parlamentarios de ambos partidos, encabezados por las portavoces Margarita Robles e Irene Montero. Acordaron la creación de un órgano de coordinación para plantear iniciativas parlamentarias según una “agenda social”.

Y al día siguiente, Podemos presentaba en solitario en el Congreso una proposición de ley de carácter eminentemente social: proteger a los becarios, mediante la creación de un estatuto especial “para asegurar unos derechos mínimos para los estudiantes en prácticas” y que esos trabajadores cobren el salario mínimo. Margarita Robles llamó a Irene Montero para reprocharle ese “ninguneo”. Primer roce.

La segunda decisión de Podemos en materia social planteada de espaldas al PSOE fue sobre pensiones. Pablo Iglesias se reunió con los líderes sindicales de UGT y CCOO, para lo cual acudió a sus respectivas sedes. De esos encuentros salió el compromiso de Podemos de promover una contrarreforma de las pensiones que elimine algunas medidas adoptadas por el Gobierno de Rajoy en 2013. Tampoco fue comunicado al PSOE. Segundo roce.

El tercer desmarque se escenificó en la rapidísima comparecencia de Pablo Iglesias tras la declaración de Rajoy por el caso Gürtel. El líder de Podemos se la ‘madrugó’ a Pedro Sánchez, y solicitó un pleno extraordinario del Congreso en agosto para hacer comparecer a Rajoy. A preguntas de los periodistas, aseguró que lo exigiría junto con el PSOE…, al que no había consultado. Sánchez se enteró por la rueda de prensa de que le llamarían de Podemos.

Y así otras más. Es que Iglesias, como le ocurre a Sánchez, demuestra que le falta paciencia y le sobran prisas.

Pero suele decirse que la prisa es mala consejera. Eso dicen. Y creo que con razón.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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