José Apezarena

¿Y dónde está Pablo Iglesias?

Podemos no ha procedido a realizar una autocrítica seria acerca de lo que le ha ocurrido en Cataluña, es decir, el rotundo fracaso electoral cosechado en las elecciones autonómicas del 21 de diciembre.

Según lo que reflejan las últimas encuestas, el partido morado se halla en caída libre en casi todas las autonomías, entre ellas singularmente Andalucía, donde no funcionan ni el liderazgo de Teresa Rodríguez ni las torpes ocurrencias del famoso Kichi, una combinación mortal que está expulsando a muchos de los que les habían votado.

Tal como se contaba en ECD, Podemos se desploma electoralmente. Entre otras causas, está pagando muy caro sus veleidades con el nacionalismo y el independentismo catalán, algo que no entienden en ningún lugar de España.

A ello se suman las divisiones internas. Apenas trascienden, pero son una realidad. Íñigo Errejón no se ha quedado quieto, a pesar del pacto para ser candidato a la Comunidad de Madrid, y sigue manteniendo la llama como la alternativa a Pablo Iglesias. Irene Montero conspira por su cuenta. Carolina Bescansa viaja por toda España intentando articular un movimiento propio.

La batalla en Madrid, plaza principal, puede calificarse de encarnizada. Hasta Manuela Carmena va ya por libre, marcando terreno e imponiendo sus condiciones. En Cataluña, el matrimonio con los Comunes de Ada Colau ha resultado un fiasco. Las mareas gallegas han desconectado. En la Comunidad Valencia, Compromís se aleja cada día más.

Y con este panorama, ¿dónde está Pablo Iglesias? ¿A qué se dedica? ¿Por qué no comparece? ¿A qué tiene miedo?

Cierto es que los sondeos le han colocado en la picota, convertido en el líder político peor valorado, y eso debe de ser muy difícil de asumir por cualquiera, pero más aún por el jefe de la tribu, "coleta morada".

Sucede que ha perdido aquel encanto inicial, la frescura del mensaje primigenio, la novedad de sus ocurrencias dialécticas. Pablo Iglesias se ha hecho mayor y aburrido. Y, lo que es peor, previsible.

Lo más significativo, repito, es su incomparecencia. No está, y no se sabe si se le espera. A lo mejor es que no encuentra la fórmula para revivir el invento. O que se siente solo y abandonado. O que le da vergüenza esa humillante posición última en las encuestas y por eso no da la cara.

 

Porque, pasarle, algo sí le pasa.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena


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