Pedro Sánchez tiene en su mano si se aplica o no el artículo 155
Puigdemont anunció el domingo que, una vez celebrado el referéndum de ruptura con España, se procederá a proclamar la independencia de Cataluña, para cumplir así las leyes aprobadas de forma irregular e ilegal por el Parlament.
Tal supuesto (para impedirlo, obviamente) conduce irremediablemente a la aplicación del artículo 155 de nuestra Carta Magna, que permite al Gobierno asumir cualquier competencia de esa autonomía.
¿Por qué no se ha hecho antes, y nos habríamos ahorrado muchos sufrimientos, incluyendo los lamentables sucesos del 1-O en las calles y a la puerta de los centros de votación?
El artículo 155 sigue en el congelador porque Pedro Sánchez, líder del segundo partido de este país, se resiste a ponerlo en marcha. Por lo visto, no lo tiene claro. O al menos así se lo ha ido comunicando a Mariano Rajoy.
Y dicen desde el Gobierno que el presidente no pondrá en marcha esa previsión constitucional con los solos votos de PP y Ciudadanos, es decir, sin el respaldo del Congreso. Una mayoría que requiere contar con los escaños socialistas.
Es cierto que el Ejecutivo podría limitarse a cumplir el requisito constitucional del voto del Senado, donde al PP disfruta de una más que holgada mayoría, pero Rajoy considera que, por legitimidad política, una decisión de esa trascendencia necesita el aval del Congreso de los Diputados. Lo cual pasa, repito, por el PSOE.
Dicen en ámbitos de la oposición que Pedro Sánchez se resiste a respaldar la aplicación del 155 porque no desea, para nada, verse, ni que le vean, vinculado en algo con el PP, el Gobierno y Rajoy.
Y ahí estamos. Paralizados, mientras el tiempo corre en dirección a esa proclamación de una república catalana separada de España.
Espero y deseo (no concibo otra cosa) que, si los acontecimientos avanzan en tal dirección, se adopten a tiempo las decisiones adecuadas para impedir una secesión. Le cueste a quien le cueste. Aunque se llame Pedro Sánchez.
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