José Apezarena

La abdicación de Alfredo Pérez Rubalcaba

Son, por lo visto, tiempos de abdicaciones. Tras la protagonizada por don Juan Carlos, ahora es el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien abandona, no sólo el cargo, sino también el escaño y con ello la política.

En los dos casos, el anuncio se ha producido por sorpresa, ya que las apuestas indicaban que el hasta ahora secretario general socialista podía aspirar a mantenerse en la cúpula del partido como presidente, en la que ejercería algún tipo de tutelaje sobre el inexperto e imprevisible Eduardo Madina, al que teóricamente apoyaba.

Suele decirse que en España hay que morirse, o marcharse, para que alguien vea reconocido cualquier mérito. No sé sí es verdad, pero pienso que el adiós definitivo de Rubalcaba no constituye una buena noticia. No lo es para el país en su conjunto, porque provoca una nueva incertidumbre, en estos tiempos convulsos de cambios.

Con todas sus virtudes y sus defectos, Alfredo Pérez Rubalcaba constituía un punto de referencia en el socialismo y en la política española, en la línea del respeto a los grandes asuntos de Estado, del sentido de responsabilidad, de la apuesta por la estabilidad frente a aventuras irreflexivas, del patriotismo por encima de partidismos, de la capacidad de dialogar y de acordar en su caso... Ha dado algunos ejemplos en estos últimos años y también en estos últimos meses, a pesar de los costes personales que le han supuesto.

Todo eso desaparece en el PSOE, donde en este momento no se atisba quiénes pueden ser los relevos que reúnan cualidades parecidas y en los que se pueda confiar. Seguramente existen, pero no aparecen en primera línea, en la que, sin embargo, se mueven figuras imprevisibles.

Felipe González acaba de afirmar que el socialismo español corre el riesgo de acabar siendo un partido marginal, con un máximo de cuarenta diputados en el Congreso. Me cuesta imaginar que algo así vaya a ocurrir, a pesar de que, por ejemplo, en Cataluña, uno de sus tradicionales graneros de votos y de escaños, está a punto de convertirse en una fuerza extraparlamentaria, superada incluso por el PP.

La ausencia definitiva Alfredo Pérez Rubalcaba podría acelerar esa debacle, si los nuevos dirigentes que salgan del congreso extraordinario de julio no resisten la tentación de imitar posiciones, estrategias y estilos como los de Podemos. Sería el final, porque, en la duda, los electores escogerán el modelo (Podemos) y no una mala imitación.

Hay que reconocer que, en la hora del adiós, Rubalcaba, con todas sus sombras, que las tiene y grandes, ha prestado también altos servicios a este país. Y sería injusto no reconocerlo. Aunque sea cuando se marcha.

editor@elconfidencialdigital.com

 

Twitter: @JoseApezarena

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