Los bien pagados

La estafa de las preferentes articulada desde Caja Madrid, que ha dejado sin los ahorros de toda su vida a decenas de miles de personas y familias, en gran parte gente sencilla, es una de las mayores vergüenzas que se ha vivido en este país. Un engaño masivo.

Un escándalo de esas enormes dimensiones merecería la más rotunda y constante de las condenas de todos los estamentos sociales, pero singularmente desde los partidos y los sindicatos. Y por tanto tendría que provocar intensos ecos en los ámbitos parlamentarios, junto con la máxima exigencia de responsabilidades a todos los niveles.

Nada o casi nada de eso está ocurriendo. En torno a las preferentes de Caja Madrid se observa un clamoroso silencio, precisamente de esos actores, los partidos y los sindicatos.

Quizá podría entenderse que no sea el Partido Popular quien enarbolara la bandera de la exigencia de responsabilidades y castigos. Quizá. Pero lo que no tiene explicación es que desde las filas del socialismo lo que se aprecie sea indiferencia e inhibición, tratándose de un atropello a los sectores sociales más desfavorecidos... y propiciado desde una entidad de ahorro. Existe un ominoso silencio.

¿A qué se debe? ¿Por qué Alfredo Pérez Rubalcaba y la cúpula del PSOE callan, en lugar de aprovechar el escándalo para criticar al actual Gobierno, al gobierno de la Comunidad de Madrid, a los gestores que idearon y aplicaron las preferentes, máximos directivos designados en su día por el PP?

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¿Y qué decir de Izquierda Unida, el partido del impoluto Cayo Lara, que igualmente mantiene un increíble mutismo sobre esa estafa? Mutismo y pasividad absoluta. No decir nada, no hacer nada.

Porque en el consejo de Caja Madrid donde se dio por buena la operación de las preferentes aparecían notables socialistas y conocidos prebostes de IU. Por eso callan. Y lo mismo ocurre con dirigentes de UGT y de Comisiones Obreras, que se sentaban en la mesa de las decisiones... y cobraban por ello buenas cantidades.

Políticos y sindicalistas bien pagados. Muy bien pagados. Y por eso amordazados, ellos y sus organizaciones.

Vergüenza producen esos silencios cómplices.