José Apezarena

Un buen empujón para el príncipe

No se trata de una operación diseñada de antemano, porque tiene origen en la última e inesperada peripecia médica de don Juan Carlos, y en sus obligadas ausencias por mor de la rehabilitación que debe cumplir tras la última operación de cadera.

Como digo, nadie lo ha ideado, pero lo cierto es que, por la vía de los hechos, estamos asistiendo a un interesante proceso de instalación acelerada de la figura del príncipe Felipe como primer personaje del país. Algo que le va a venir muy bien con vistas al futuro que le aguarda como futuro rey.

Un momento más en ese movimiento fue su destacado protagonismo el sábado, como figura central en los actos de la Fiesta Nacional de España. El comportamiento desarrollado, la impresión pública que produjo, van a constituir, sin duda, otros sólidos cimientos para ese futuro.

El príncipe presidió el acto militar en la Plaza de Neptuno con aplomo y seguridad, que quizá trasluce la capacidad básica de quienes están dotados y han sido entrenados para liderar. Nadie tuvo la sensación de encontrarse ante un primerizo, un novato o un inexperto, sino más bien lo contrario. No existió la menor impresión de inseguridad. Ni siquiera de provisionalidad.

La posterior recepción en el Palacio Real, llena de novedades en cuanto al modo de organizarla, volvió a conferir un intenso protagonismo al heredero, que en realidad hizo de anfitrión a pesar de la presencia de su madre, y precisamente con el visto bueno de ella.

Él tomó la palabra para trasladar a los presentes el saludo y recuerdo de don Juan Carlos. Él trazó, en breves párrafos, el proyecto de fondo que este país necesita, que hay que afrontar desde la unidad, y que la corona desea encabezar. Y él brindó por España y por el rey.

Durante la posterior charla informal, los invitados pugnaban, lógicamente, por acercarse, saludarle e intercambiar algunas palabras con él. Y de nuevo, en ese cuerpo a cuerpo imprevisible, mostró aplomo y personalidad, sin que faltara el buen humor y la cortesía con quienes se le aproximaban.

Había mucho en juego, sin duda, en el reto de presidir esa fiesta nacional, bastante anómala por la ausencia del rey. El buen desempeño que acreditó en los tan diversos momentos, empezando por una parada militar y concluyendo con la recepción, ha sido otro empujón para el príncipe y su futuro. Al menos es lo que dicen quienes estuvieron a su lado en esas horas.

Aunque todo ello no estuviera programado.

 
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