Una catalanista disfrazada de socialista

Asentado en la edad y desde la distancia, hoy Alfonso Guerra se ha convertido casi en un referente democrático y poco menos que en padre de la Patria, como resultado de las posiciones razonables y moderadas, incluso sabias, que viene manifestando. Pero no siempre fue así.

Cuando ocupaba el número dos del PSOE, se convirtió en uno de los más virulentos críticos de sus rivales, incluso en un parlamentario faltón.

No solo cuando llamó a Adolfo Suárez "tahúr del Misisipí", sino también incluyendo en sus diatribas a diputadas del partido de enfrente, para las que inventó definiciones y calificativos llenos de ingenio y de maldad a la vez.

Alfonso Guerra llamó "la monja alférez" a Loyola de Palacio, y a Soledad Becerril, diputada y ministra, y últimamente Defensora del Pueblo, la calificó entonces como "Carlos II vestido de mariquita Pérez".

Por aproximación, ahora, cuando analizo la trayectoria pasada de la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, y observo sus palabras y comportamientos actuales, llegó a la conclusión de que estoy delante de una catalanista disfrazada de socialista.

Desde mi punto de vista (y lo he dicho en otras ocasiones) la gran traición del socialismo a España se produjo en Cataluña, cuando, a instancias de Pasqual Maragall, se convirtió en un partido nacionalista catalán más. Traicionó a este país y, por supuesto, al socialismo.

Por eso ha ocurrido lo que ha ocurrido en el PSC: que se ha llenado de catalanistas más que de socialistas.

Ese es también, por supuesto, el perfil su líder, Miquel Iceta: un catalanista disfrazado de socialista.

Pero nada de esto lo ignoraba Pedro Sánchez. Lo sabía y ha apostado por personajes de ese perfil. Y a uno de ellos, Meritxell Batet, lo ha convertido en la segunda autoridad del Estado español. Ahí es nada.

Él sabrá por qué lo ha hecho. Y, sobre todo, para qué.

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