José Apezarena

Crisis en Ciudadanos: dos oportunidades personales y una amenaza grave

Albert Rivera presenta junto a Inés Arrimadas los carteles de la campaña a las catalanas.
Albert Rivera presenta junto a Inés Arrimadas los carteles de la campaña a las catalanas.

El futuro de Ciudadanos está en el aire, tras los pésimos resultados en las elecciones del domingo y el abandono del partido por parte de Albert Rivera, Juan Carlos Girauta y otros destacados militantes.

A pesar de eso, de cara al futuro puede hablarse de dos oportunidades.

Una de ellas es la figura de Inés Arrimadas, que parece perfilarse como futura presidenta del partido. Sería la primera vez que una formación política de ámbito nacional se ve liderado por una mujer, que además ha acreditado capacidad de debatir y tiene buena imagen. Su destacado trabajo en Cataluña, donde ganó unas elecciones autonómicas, le van a avalar también.

Y esa circunstancia, una presidenta mujer, podría convertirse para Ciudadanos en palanca electoral de alcance imprevisible.

No se sabe qué actitud adoptará el electorado femenino cuando se encuentre a una mujer al frente de un partido con proyección nacional, pero no hay que descartar que se traduzca en un amplio movimiento de apoyos. Mucho más si la ven como candidata a presidir el Gobierno de España.

El PSOE estuvo a punto de experimental, cuando Susana Díaz se presentó, frente a Pedro Sánchez, a unas primarias que parecía tener ganadas, ya que acumulaba la fuerza de Andalucía, la federación más numerosa, y el respaldo del aparato del partido.

El aparato, concretado en el Comité Federal, había cerrado filas contra el enemigo común, Pedro Sánchez, al que habían obligado a dimitir tras comprobar que intentaba pactar con los populistas de Podemos y con los nacionalistas para convertirse en presidente de un Ejecutivo que Rubalcaba bautizó como “Gobierno Frankenstein”.

Y otra oportunidad, esta aparentemente más remota, afecta al dimitido Albert Rivera, del que no habría que descartar el regreso a la política, pasado un tiempo prudencial.

En efecto, Rivera podría volver algún día si, transcurrido el tiempo, se echara en falta un líder para el centro, y si para entonces se hubiera consolidado algún tipo de “leyenda” sobre él y sobre su actuación al abandonarlo todo después de la derrota.

 

Sin duda que al ex líder de Ciudadanos le habrá quedado el gusanillo de la política, unido a la decepción, o resquemor, de un proyecto político no alcanzado. Y si viera alguna opción de recuperarlo y consagrarlo...

Al mismo tiempo, Ciudadanos afronta una grave amenaza. Quizá el problema más peligroso de todos: el dinero.

Una derrota tan contundente, con solo diez diputados en el Congreso, va a colocar al partido en graves dificultades para sostenerse.

No solamente construyó una sede espectacular, que habrá que abandonar porque ya no lo puede pagar, y no solamente se ha cargado con un equipo de personas que hoy no tiene posibilidades de sostener. Es que muy probablemente el partido se ha hipotecado con los créditos electorales solicitados para la campaña del 10-N. Una deuda a la que no podrá hacer frente con la subvención que recibirá por escaño y por número de votos.

Una caída de esas proporciones, con la pérdida de 47 diputados y de dos millones y medio de sufragios, ha dejado a Ciudadanos endeudado de forma irremediable.

Como digo, el problema económico resulta especialmente grave, como se ha visto en antecedentes anteriores.

Esas dificultades han estado en la raíz de unas cuantas disoluciones de partidos. Tierno Galván, que inició su propio proyecto, levantado frente al PSOE, al que disputaba el espacio socialista, renunció y cerró las puertas por problemas de financiación. Su única salida fue precisamente integrarse en el PSOE, que se hizo cargo de las deudas.

Izquierda Unida no ha tenido otra que formar coalición con Podemos también por dificultades financieras. A cambio del acuerdo electoral, el partido de Pablo Iglesias se hizo cargo de las deudas y las solventó.

En cuanto a la UCD, el partido creado por Adolfo Suárez y con el que ganó dos elecciones generales, la disolución fue posible porque uno de los dirigentes, Íñigo Cavero, pagó de su bolsillo el agujero económico acumulado, que el partido no podía afrontar tras el desastre electoral de 1982.

En efecto, los problemas económicos pueden convertirse en la puntilla de Ciudadanos, que le lleve a la desaparición. Salvo alguna solución inesperada.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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