José Apezarena

El coronavirus me hace llorar de nuevo

Más de treinta mil muertos (cifras oficiales) y más de seiscientos mil contagiados en España, por un virus, el Covid-19, que en el mundo suma treinta millones de infectados y cerca de un millón de fallecidos.

Medio centenar de municipios españoles se encuentran sometidos a confinamientos y restricciones, y en Madrid, la región más afectada, se habla de restricciones a la movilidad en las zonas más castigadas, y de volver a poner en marcha el hospital de emergencia de Valdebebas porque los demás empiezan estar colapsados.

En La Rioja, la otra zona de mayor incidencia, donde el 90% de las UCI están ya ocupadas, se ha restringido a seis personas las reuniones sociales.

La presidenta de esa comunidad, Concha Andreu, ha lamentado, con palabras fuertes, la “relajación” de la población y la “falta de atención” en cumplir las medidas de seguridad, que es lo que ha llevado a un “repunte severo” de los casos positivos.

Por lo que parece, hay muchos que no acaban de tomarse en serio la amenaza del Covid-19.

Se ha contado de una muchacha a la que habían encontrado que estaba contagiada y que, en vísperas de encerrarse para el confinamiento, decidió “despedirse” de sus amigos tomando unas copas con ellos. Se encerró, en efecto, pero dejó contaminados a medio centenar de personas.

Es una evidencia que en algunas zonas de Madrid, precisamente las más castigadas por el rebrote, son muchas, y visibles, las personas que no utilizan mascarilla, mientras que, por el contrario, en otras, las menos afectadas, es imposible encontrar a nadie por la calle que no la lleve puesta. 

Todo indica que no nos hemos enterado, o no nos hemos convencido, de que nos enfrentamos a una situación grave.

Por eso echo de menos aquellas intensas campañas que se lanzaron en los inicios de la epidemia, advirtiendo de los riesgos, recomendando insistentemente medidas de protección, animando a resistir, e incluso con mensajes de optimismo acerca de la posibilidad de salir “mas fuertes”.

 

Nada de eso se está haciendo ahora. Cuando hemos entrado en una grave espiral de contagios, y aún no hemos alcanzado el pico alto, la pasividad es la regla.

Los medios públicos (que llegan a toda España), el Gobierno, tendrían que volver ponerse las pilas para convencer a quienes siguen creyendo que no pasa nada o casi nada.

Algunos, hasta se lo están tomando a broma o poco menos.

Lo último es lo que hemos contado en las páginas de ECD: personas que reciben llamadas de rastreadores avisándoles para que tomen medidas por haber estado en contacto con alguien sospechoso, o incluso contagiado, y que, en lugar de alarmarse y ponerse en marcha para adoptar medidas, muestran como primera reacción la incredulidad, la sospecha de que se trata de la llamada de algún conocido que quiere gastarle una broma. Pero el coronavirus no es cosa de broma.

Más de cincuenta mil muertos (en cifras más reales) y más de seiscientos mil contagiados en España, por un virus que en el mundo suma treinta millones de infectados y cerca de un millón de fallecidos, ¿y nos lo tomamos a broma?

Nos tendría que hacer llorar. Por lo mucho y lo duro que nos queda por delante, y  con el recuerdo de lo que en su día lloramos, cuando estalló la pandemia.

Y el Gobierno y Sanidad como distraídos, mirando a otro lado como si no fuera con ellos. Es que han echado el muerto (nunca mejor dicho) a las comunidades autónomas. Un acto de irresponsabilidad, cuando no de cobardía.

editor@elconfidencialdigital.com

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