Mucho cuidado con el Príncipe

Las dos esperpénticas peripecias aéreas sufridas por el príncipe Felipe, a propósito del fallido viaje a Brasil y del azaroso desplazamiento a Honduras, esconden detrás un especial motivo de inquietud.

Evidentemente, las chapuzas del Airbus 310, que ha protagonizado ambos incidentes, dejan en mal lugar al propio país. Dañan, como se está repitiendo hasta la saciedad, el crédito de la famosa 'marca España'.

Pero el trastorno en los planes del príncipe como consecuencia de esos incidentes, junto con el deterioro para la imagen de España, no son el problema más importante.

La incógnita más delicada es que en esos aviones iba a viajar y viaja el heredero de la corona.

Quienquiera que utilice las citadas aeronaves es importante, sin duda. Pero el caso de Felipe de Borbón resulta especial, en la medida que él es el relevo en la jefatura del Estado.

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No se trata de ponerse trascendentes, pero la evidencia de que esos aviones no son seguros, al menos no suficientemente seguros, apunta la posibilidad de un eventual accidente.

Insisto en que no se trata de ponerse trágicos, pero una conocida periodista, veterana y muy cualificada, me comentaba: "No quiero ni pensar en que pudiera producirse un accidente de avión con el príncipe a bordo. No quiero ni imaginarlo".

Pues eso.

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