José Apezarena

Culiparlantes en el PSOE

Pedro Sánchez y María Jesús Montero, en el Comité Federal del PSOE

Recordaba Luis Carandell que, en las Cortes de Cádiz, el ingenio popular llamaba culiparlantes a los diputados que nunca tenían intervención destacada alguna, y que limitaban su actividad a levantarse y sentarse para votar lo que les indicaban los rectores de su grupo parlamentario.

Lo puso de moda más recientemente, en la crónica parlamentaria, Víctor Márquez Reviriego, quien definió como culiparlantes a los diputados que se limitan a apretar el botón para votar y que, como mucho, sólo son capaces de hablar con sus posaderas.

O sea, es el caso de la mayoría de los actuales integrantes de Congreso y Senado.

Pues esa figura parlamentaria acaba de consagrarse nada menos que en el PSOE. En el Comité Federal celebrado este sábado, en el que Pedro Sánchez se ha enmendado a sí mismo, pero más aún a todo un congreso federal del partido, el celebrado en Valencia a mediados de octubre.

Ha designado número dos a María Jesús Montero, en lugar de Adriana Lastra; a Pilar Alegría, portavoz de la Ejecutiva Federal, sustituyendo a Felipe Sicilia; y a Patxi López, portavoz en el Congreso de los Diputados, desplazando a Héctor Gómez. Estos dos portavoces, por cierto, han durado lo que un embarazo: nueve meses.

Y ¿para qué ha reunido el secretario general al máximo órgano del PSOE entre congresos? ¿Para debatir los ceses? ¿Para opinar sobre los nombramientos? ¿Para escrutar si se trata de las personas adecuadas o si, por el contrario, hay otros candidatos más capaces? ¿Para escuchar? Rien de rien, que dirían los franceses. Nada de eso.

Pedro Sánchez ha convocado el Comité Federal para que otorgue su bendición a las decisiones ya adoptadas. De las que, para más contraste, los asistentes ya se habían enterado antes. Por la prensa, como suele decirse.

Lo sucedido ha convertido a los integrantes de la dirección socialista en personajes muditos, en simples escuchantes, en asintientes... Culiparlantes, en fin.

Si a eso se llama dinamizar el partido, activarlo, ponerlo en marcha, como parece que pretende el máximo líder...

 

Algunos analistas han hablado de una “toma de Ferraz” por parte de Pedro Sánchez. Me perece una exageración, porque el partido ya estaba “tomado” por el secretario general desde hace tiempo.

El PSOE es hoy víctima de una política cesarista y autocrática por parte de su máximo dirigente, a la que dan su consentimiento sin rechistar todos los  actuales cargos. Es que no se escucha ni un murmullo de leve discrepancia.

Por contraste, algunos veteranos analistas recuerdan a Antonio García Santesmases, miembro de la línea crítica en el PSOE, uno de los fundadores de la corriente Izquierda Socialista tras la renuncia de Felipe González. En realidad, apenas consiguió casi nada, porque estaba en franca minoría, pero al menos en las reuniones de partido se escuchaba una voz discrepante.

Otros citan el otrora famoso “clan de Chamartín”, integrado por los próximos a Joaquín Leguina (entonces presidente de la Comunidad), seguidores de Josep Borrell, los llamados acostistas (de José Acosta)...

Y la propia Federación Socialista Madrileña fue durante mucho tiempo un grano en las posaderas del PSOE federal.

Todo eso ha desaparecido por completo, como si nunca hubiera existido. No es extraño que algunos apelen hoy a la paz de los cementerios, la paz de los muertos, para describir la situación en el principal partido de este país, un partido que, en la égira de Pedro Sánchez, gobierna España desde hace cuatro años.

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