Debate electoral a cinco, ¿para qué?
Será el debate de la campaña. El que se celebrará en Atresmedia con presencia de los candidatos de los cinco partidos más relevantes. El único que reunirá a Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias y... Santiago Abascal.
La novedad más solemne es la invitación al líder de Vox. En puridad no debería asistir, porque no ostenta representación parlamentaria. Pero el sentido común y el pragmatismo más elemental aconsejan su presencia, visto lo que ha ocurrido en Andalucía y, sobre todo, lo que pronostican todas las encuestas.
Vox podría ser pieza clave para la formación de un Gobierno, y por tanto no se entendería que no le concedieran la palabra. Ya se ha contado que los que se resistían a que participara eran Pedro Sánchez y Albert Rivera.
Y, ¿para qué servirá esa cita quíntuple escenificada en un plató de televisión? ¿Resultará de utilidad para la ciudadanía? ¿Le ayudará a tomar decisiones, por ejemplo, sobre el sentido de su voto, o sobre la valoración de cada uno de los candidatos?
No pretendo ser negativo ni agorero pero, en ese sentido, me temo que el encuentro televisivo no servirá para demasiado. Y que, una vez concluido, todo seguirá prácticamente igual.
No existe posibilidad, ni tampoco tiempo, para exponer con cierta tranquilidad qué piensa cada uno, qué proponen los partidos y qué defienden sus líderes.
Estos debates suelen ser, sobre todo, un espectáculo, una representación. Con todas las exigencias e ingredientes de un show. La audiencia los sigue, en muchos casos, a la busca de sensaciones, de impresiones y hasta de emociones.
Esa noche, el interés se centrará, como ha ocurrido otras veces, en los rifirrafes personales, en los choques y duelos, en los instantes fallidos, en los errores cometidos, a la busca de un veredicto en la línea de quién ha ganado y quién ha perdido. Y poco más.
Los expertos en imagen y marketing sostienen que, en este tipo de duelos públicos, hay muy poco que ganar y, singularmente, mucho que perder.
Y si un debate televisivo, por sus características y dinámicas, y por el medio donde se desarrolla, ofrece escasas garantías de que clarifique las posiciones de los participantes, porque no hay tiempo para desgranar los puntos principales de sus ofertas, mucho menos aún ocurrirá en el que organizará Atresmedia. Porque, a ese respecto, cinco son multitud.
Por cierto, que esta vez no habrá cara a cara entre los líderes de los dos partidos más importantes, PSOE y PP. Pedro Sánchez ha dicho que no, que no está dispuesto a medirse con Pablo Casado.
Mariano Rajoy, siendo presidente del Gobierno, sí concedió al entonces jefe de la oposición, a Pedro Sánchez precisamente, la prerrogativa del enfrentamiento cara a cara. Ahora que él se sienta en el sillón de La Moncloa, dice que no.
Y esa negativa permite, con todo derecho, plantear algunas preguntas calientes. ¿Es que el hoy presidente del Gobierno no se atreve? ¿Teme que Casado le pueda ganar dialécticamente? ¿Piensa que sus propuestas electorales quedarán por debajo de lo que tiene que ofrecer el líder del PP?
¿Le acobarda a Pedro Sánchez la posibilidad de verse sometido a un escrutinio sobre promesas incumplidas (aquella de que tras la investidura convocaría elecciones), sobre pactos con los enemigos de España, sobre indultos a los presos del procés protagonistas del 1-0, o sobre concesiones a Otegi? ¿O tal vez sobre cómo está de verdad la economía de este país?
Es evidente que, si el presidente del Gobierno pensara que ese duelo a dos no iba a causarle problemas, y que incluso le serviría para mejorar expectativas, seguro que habría dicho que sí. Así que, si ha respondido que no...
Volviendo al debate a cinco, insisto en que, desde mi punto de vista, no servirá para demasiado. Y sin embargo, ¡bienvenido sea! No entendería una campaña en la que no se celebrara un duelo de ese estilo. Aún diría más: cuantos más debates, mejor.
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