José Apezarena

La destrucción de Pablo Iglesias

Mitin de Podemos en Valencia
Mitin de Podemos en Valencia

Lo de Pablo Iglesias empieza a resultar patético. Desde el punto de vista político, e incluso personal, afronta una situación que casi puede calificarse como desesperada.

Para empezar, todos los que iniciaron con él la aventura de Podemos le han abandonado, incluyendo su amigo del alma, Íñigo Errejón, que ahora está montando un partido enfrente, precisamente para hacerle competencia directa.

Por cierto, que, en línea de lealtad, le honra a Pablo Iglesias el hecho de que, tras conocer que su ex número dos apostaba por Carmen y Más Madrid, pero sobre todo con la noticia de que piensa presentarse también a las generales, sin embargo no ha dicho una palabra de reproche. Casi hasta le ha defendido, aludiendo al derecho a tomar decisiones políticas con libertad, y afirmando que es "bueno" que existan muchas ofertas ideológicas.

Abandonado de la pandilla amistosa que integró la inicial cohorte ideológica, Pablo Iglesias ha fracasado estrepitosamente en el objetivo de convertir Podemos en una fuerza política cohesionada y eficaz, con peso real en la vida de este país.

Ahora se llama Unidas Podemos (un cambio de nombre bastante incomprensible), precisamente cuando la formación se encuentra más desunida de nunca.

El proyecto se está deshaciendo como un azucarillo. A Pablo Iglesias le abandonó Compromís en Valencia, en Madrid le organizaron una candidatura rival formada por ex podemitas, se le han escapado las mareas, Teresa Rodríguez le está montando una escisión en Andalucía...

Quizá ocurre que la meta de convertir Podemos en un partido estructurado y eficaz era un objetivo imposible, vistos los orígenes, procedencias y perfil de quienes le dieron vida y de los que se fueron sumando a la aventura.

Pero es que, por no ser, Pablo Iglesias no ha sido capaz de liderar a sus partidarios y seguidores. Hoy no es un verdadero líder. Ni políticamente, ni socialmente, ni, lo que es peor, dentro de su propio partido.

En más de una coyuntura comprometida, se ha comportado con desinterés, casi con desidia, incluyendo inexplicados periodos en los que ha estado desaparecido, sin que nadie explicara los motivos, si es que existían o existen.

 

Además, el líder de Podemos se ha convertido en un personaje con plomo en las alas, debido al episodio de la compra del chalet en Galapagar. Una iniciativa que resulta bastante incomprensible desde el punto de vista político, y que el más ciego vio que tendría contundentes repercusiones negativas para él y hasta para su proyecto político.

Por si faltara algo, y salvo un cambio sustancial que se produzca tras las elecciones del 10 de noviembre, a Pablo Iglesias le perseguirá de por vida un estigma que le va a marcar de forma indeleble: por tres veces ha impedido la formación de un gobierno progresista en España.

A ese respecto, es seguro que puede argumentar razones y motivos que justifiquen tales actuaciones. Uno de ellos, hablando del último intento de investidura, que Pedro Sánchez le ha engañado y utilizado, que le ha ninguneado y humillado, y que al final le planteó un trágala inaceptable. Pero el resumen elemental que quedará, una vez desvaídos los matices, es que esos fracasos han sido culpa de Podemos. Y muy directamente de Pablo Iglesias.

A una herencia de ese estilo parece prácticamente imposible sobrevivir.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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