José Apezarena

Elena y Cristina, ex infantas de España

La infanta Crstina e Iñaki Urdangarín disfrutan de sus vacaciones en Bidart (Francia).
La infanta Crstina e Iñaki Urdangarín disfrutan de sus vacaciones en Bidart (Francia).

Salvo muy contadas excepciones, en todas las familias reales, siempre ha sido norma de comportamiento que el interés de la dinastía ha prevalecido sobre el interés de las personas. Se trata de una tradición largamente observada en todas las Casas.

Ese principio está detrás, a lo largo de la historia, de tantos episodios de renuncias, abdicaciones, etc.

En plena vorágine del caso Nóos, que se había convertido en una amenaza también para la monarquía, la infanta Cristina recibió mensajes de que se divorciara de su marido, Iñaki Urdangarín, o, en otro caso, renunciara a sus derechos al trono, precisamente para salvaguardar del terremoto a la institución. No hizo ni una cosa ni la otra.

Cuentan algunas fuentes que, durante una de esas conversaciones, mantenida en una estación de esquí en Estados Unidos, su respuesta a los emisarios fue: “Nací infanta y moriré infanta”. Cristina acabo siendo procesada por la Audiencia de Palma.

Desde que llegó al trono, el nuevo rey, Felipe, solicitó, repetidamente a su hermana que renunciara voluntariamente al ducado de Palma y desvinculara a la Corona del proceso judicial.

La Zarzuela intentó pactar una solución, pero el tiempo iba pasando sin recibir una respuesta. Y el 11 de junio de 2015, ocho días antes del primer aniversario en el trono, Felipe VI retiró a su hermana el ducado.

Se cuenta también que la reacción de Cristina fue decir: “Ser infanta de España es mucho más que ser duquesa”. Y tiene razón, sin duda.

A diferencia de otras monarquías europeas, en España, solo el heredero de la Corona es llamado príncipe o princesa, mientras que los demás hijos del rey, igual que los hijos del príncipe o princesa de Asturias, son llamados infantes o infantas de España por tradición histórica.

Así que la condición de infante/a se consolida por nacimiento, una circunstancia que nadie puede hacer cambiar.

 

No se trata propiamente un título, sino que es una “condición”, tal como expone el real decreto sobre honores de la familia real, que establece que los infantes/as tienen tratamiento de Alteza Real.

Las hermanas de Felipe VI, Elena y Cristina, acaban de protagonizar un viaje a Abu Dabi para pasar unos días con su padre, don Juan Carlos. Parece bastante razonable que hayan querido estar a su lado y remediar en lo posible la soledad que le rodea en aquel emirato.

Lo novedoso es que han “aprovechado” para vacunarse allí contra el Covid-19, sin atender a que en España existe una hipersensibilidad respecto al cumplimiento de los normas y turnos de vacunación, e incluso se han producido destacados ceses y dimisiones por haberse anticipado saltándose el plan.

Las infantas han intentado argumentar que el objetivo ha sido conseguir un “pasaporte sanitario”, porque su intención es viajar regularmente a Abu Dabi para ver a su padre.

Nos lo han ofrecido y hemos dicho que sí”, fue la segunda explicación, bastante menos justificada.

Parece muy difícil creer que Elena y Cristina no conocieran la situación de escándalo que existe en España en relación con las vacunas. Y sin embargo se han vacunado.

Es cierto que no se han “saltado” ningún protocolo en España, que no han quitado la vacuna a nadie. Pero también lo es que el suceso ha caído como una bomba.

En efecto, la noticia ha removido otra vez las críticas contra la monarquía y, de rebote, contra su titular, el rey Felipe. Ocurre que, quienes tienen como objetivo prioritario acabar con la institución, no podían dejar pasar una oportunidad tan golosa. Y no lo han dejado pasar.

Si Elena y Cristina han decidido vacunarse porque no les importaba nada el seguro escándalo, y sus consecuencias, mal. Porque con ello han colocado palos en la rueda de su hermano, cabeza de la dinastía y familia real. Y, por lo visto, no les importaba mucho.

Pero, si lo hubieran hecho de manera intencionada, como respuesta despechada, e incluso como venganza, mucho peor. Sería incalificable desde el punto de vista de su pertenencia a tan singular familia.

Bien sea por descuido y desinterés, bien por mala voluntad, lo ocurrido resulta impropio de su condición de infantas de España, que, con comportamientos de ese estilo, quizá no merecerían usar el título.

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