José Apezarena

Los enanos de Pedro Sánchez

General Laurentino Ceña
General Laurentino Ceña

Hay días que no tendrían que amanecer. Eso es lo que debió de pensar Pedro Sánchez ayer, martes.

El lunes se había producido el abrupto cese del jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid, coronel Diego Pérez de los Cobos.

El ministro Marlaska, que se está distinguiendo por su autoritarismo, por sus intolerantes comportamientos, atribuyó la destitución al viejo argumento de la “pérdida de confianza”, que es como no decir nada. O decirlo todo.

Se ha contado que el ministro descabezó al coronel por no haberle informado sobre el atestado que está tramitando la Guardia Civil, en su condición de policía judicial y por tanto bajo la dependencia del juez, sobre la manifestación del 8 M, donde se apunta a la posible responsabilidad penal del director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.

Eso se ha dicho. Pero ECD cuenta hoy que existe otro motivo de fondo, por lo visto más grave en opinión del mismísimo Pedro Sánchez: que se estaba investigando al delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, líder socialista regional y, sobre todo, un protegido del presidente.

Eso ocurrió el lunes, porque ayer, martes, el número dos de la Guardia Civil, que figura por detrás de la directora general (que es un cargo político), general Laurentino Peña, presentó la dimisión ante el ministro del Interior, por considerar injusto el cese de Pérez de los Cobos.

Tenía previsto jubilarse la semana próxima, pero ha adelantado el retiro, y sobre todo ha dicho públicamente que la decisión de Marlaska ha sido injusta y que por eso se va. Un notable escándalo en el que aparece la Guardia Civil.

Marlaska, por cierto, nervioso y desasosegado, se apresuró a anunciar la equiparación de sueldos. Un mal truco para intentar apagar el incendio que ha provocado él mismo en la Benemérita. Y ya van varios.

Por si fuera poco, ayer se supo que Pablo Iglesias puede acabar imputado en el llamado “caso Dina”, el robo del teléfono móvil a Dina Bousselham, vinculada a Podemos, y que el propio Pablo Iglesias denunció diciendo que había sido víctima de “las cloacas del Estado”.

 

El juez se plantea imputarle por dos delitos: revelación de secretos y destrucción de dispositivos informáticos, tras haber retenido durante meses, y probablemente años, la tarjeta de memoria telefónica de Dina y entregarla dañada. No es moco de pavo imputar a un vicepresidente del Gobierno.

No acaba ahí la cosa. Ayer también se facilitaron los informes “técnicos” a partir de los cuales presuntamente el Gobierno ha ido decidiendo la desescalada y los pasos sucesivos, por territorios, a las fases 1 a 4. Y se ha comprobado que algunos de esos escritos aparecen firmados apoyándose en una norma que en realidad fue aprobada un día después. ¿Falsificación de documentos?

Una chapuza tras otra chapuza, en este Gobierno catastrófico, de aprendices, aficionados y diletantes irresponsables, que sigue batiendo récords.

Y, para “alegrar” el día, la administradora única y provisional de RTVE, Rosa María Mateo, locutora de profesión como es sabido, se trompicó en el Senado y llamó a su empresa “Radio Televisión Espantosa”. Ni a propósito podía haber encontrado una definición más ajustada.

Un día penoso, que no tendría que haber amanecido desde el punto de vista de Pedro Sánchez.

Pero, además, estos sucesos y ruidos mediáticos ponen en riesgo una de las banderas que Pedro Sánchez pretende vender a bombo y platillo: la implantación del ingreso mínimo vital, que se aprobará este viernes.

Como digo, tanto escándalo acumulado puede taparlo decisivamente.

Y hay algo más. El ingreso mínimo ha sido un objetivo que se ha trabajado a tope Pablo Iglesias, que ha vendido como victoria suya el haberlo conseguido, y teóricamente le apetecerá anunciarlo personalmente, en rueda de prensa. Pero ¿se atreverá?

Con la amenaza de un procesamiento por dos delitos, ¿el vicepresidente segundo y líder de Podemos asumirá el riesgo de comparecer en persona ante los medios informativos?

A Pedro Sánchez, como suele decirse, le crecen los enanos. Pero eso ocurre por tener tantos enanos en el Gobierno.

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