José Apezarena

Con esos enemigos, Felipe VI y la monarquía hasta tienen "suerte"

Pedro Sánchez, Carmen Calvo, Pablo Iglesias, Nadia Calviño y Teresa Ribera.
Pablo Iglesias aplaude al rey entre otros miembros del Gobierno.

Meritxell Batet sentó un precedente, en el inicio de la actual legislatura, al terminar su discurso como presidenta del Congreso con la frase "Viva la Constitución y viva el Rey”, respondida por diputados y senadores.

De esa forma concluyó Batet un discurso de calado institucional, en el que exaltó la figura y el papel del monarca, a quien expresó la mayor consideración por su función, posición institucional y desempeño de su tarea. Un elogio muy notable, viniendo de quien viene.

Esos vivas se convirtieron, de alguna manera, en la réplica y descalificación del manifiesto que soltaron, precisamente en las mismas Cortes y precisamente antes de la sesión solemne para conseguir mayor eco, los portavoces de ERC, Junts per Catalunya, EH Bildu, CUP y BNG. O sea, los nacionalismos desleales.

“No tenemos rey. La monarquía y su máximo exponente no nos representan”, dijo Rufián, quien afirmó que “la sociedad catalana, vasca y gallega rechaza mayoritariamente la figura de una institución anacrónica heredera del franquismo”, que se sustenta -añadió-  “en el objetivo de imponer la unidad de España”.

Dijeron que el rey “impone las leyes y niega los derechos civiles, políticos y nacionales”, y que no le reconocen "ninguna función política”.

Es difícil soltar más despropósitos en menos palabras. Se arrogaron una representación que no tienen, de catalanes, vascos y gallegos en su conjunto; obviaron que la monarquía fue votada mayoritariamente por los españoles que aprobaron la Constitución de 1978; y mostraron desconocer que el rey no impone nada sino que, en su caso, todo lo aprueban el Gobierno y las Cortes.

El "Viva el Rey" de Batet engarza con el que, en 1982, protagonizó otro socialista, Gregorio Peces-Barba, que, en una sesión semejante, propuso un "Viva el Rey", seguido después de "Viva la Constitución” y “Viva España”. Desde entonces no había vuelto a escucharse en boca de un presidente del Congreso.

Pienso que la monarquía, y por supuesto Felipe VI, tienen bastante suerte. Suerte de que los ataques más furibundos contra la institución y contra su persona procedan sobre todo de los cinco partidos firmantes del manifiesto.

Suerte de que, quienes encarnen el republicanismo sean los independentistas, los que quieren separarse y romper España.

 

Porque, a una bandera enarbolada por esos personajes y esas formaciones, va a ser difícil que se apunten la mayoría de los españoles.

Que el republicanismo se haya refugiado sobre todo en la izquierda radical y antisistema y en los separatistas quita, evidentemente, apoyos a esa opción ideológica.

Y, frente al comunicado de los independentistas, la respuesta fueron cuatro minutos de aplausos al rey por parte de los diputados y los senadores. Incluidos Pablo Iglesias y los cuatro ministros de Podemos.

Felipe VI llegó a sentirse hasta abrumado, y así lo expresó con sus gestos y agradecimiento.

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