José Apezarena

Un escorpión gobierna a Pedro Sánchez

Gabriel Rufián con Adriana Lastra y Rafael Simancas
Gabriel Rufián con Adriana Lastra y Rafael Simancas

A la vista de lo ocurrido con la investidura de Pedro Sánchez, y de lo escuchado y escenificado en el Congreso, viene especialmente a cuento la fábula, muy conocida, de la rana y el escorpión.

La rana ayudó a cruzar el río a un escorpión llevándolo a la espalda, a pesar del riesgo de que el viajero le picara y le causara la muerte. Lo hizo pensando que el escorpión no hincaría su mortal aguijón, sabedor de que, si lo hacía, ambos perecerían ahogados.

A mitad de la travesía, el escorpión picó a la rana. Cuando se estaba ahogando, esta le preguntó por qué lo había hecho. Y el viajero, a punto de morir también, respondió: "Lo siento amiga. No lo he podido evitar. Está en mi naturaleza. No puedo dejar de ser quien soy".

Pedro Sánchez se ha convertido en presidente del Gobierno gracias a la abstención negociada con Esquerra Republicana de Cataluña, a la que, por tanto, debe el cargo.

Y, a pesar de esa complicidad y de los acuerdos alcanzados, el socio ha actuado con el candidato como un escorpión.

Los portavoces de ERC han subido estos días a la tribuna de oradores con el cuchillo entre los dientes, a pesar de las ventajas que han logrado, unas concesiones que van a pasar un factura muy fuerte al candidato. Y, al final, no han dudado en coser a puñaladas a Sánchez. Quien, con ello, ha quedado malherido políticamente.

Gabriel Rufián menospreció al candidato, le dejó en evidencia enumerando sus "bandazos" políticos, y le humilló diciendo que le había "obligado" a negociar: "Dijimos que sentaríamos al Gobierno de España a una mesa de diálogo y es lo que hemos hecho".

Como traca final, al hacer hincapié en su principal victoria, la promesa de una mesa de diálogo de Gobierno (de España) a gobierno (la Generalitat), lanzó su amenaza: "Si no hay mesa, no hay legislatura". Con lo que ha convertido al presidente en prisionero.

Mucho más dura ha sido la disertación de Montserrat Bassa ayer, calificando a los socialistas de "verdugos" respecto a Cataluña, y acusándoles de ser "cómplices" de la violencia ejercida allí.

 

Pero la frase definitiva ha sido afirmar, con absoluta claridad: "Me importa un comino la gobernabilidad de España".

Las caras de los diputados del PSOE mientras escuchaban a Bassa eran un poema. Esta vez no aplaudieron al "socio" de investidura. Mientras, Pedro Sánchez y Carmen Calvo no levantaban la mirada, serios y aparentemente hipnotizados con sus teléfonos móviles.

Ése es el compañero, el socio, que ha permitido a Pedro Sánchez hacerse con una Presidencia del Gobierno que nace con los pies de barro.

Un presidente con un escorpión a la espalda. O más bien con dos.

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