José Apezarena

En España se libra una guerra

HOMENAJE GREGORIO ORDONEZ EN EL CEMENTERIO DE POLLOE EN SAN SEBASTIAN 23012021- FOTO UNANUE
Homenaje a Gregorio Ordóñez en el cementerio de Polloe, en San Sebastián - FOTO UNANUE

Acabo de ver la película “Múnich en vísperas de una guerra”, adaptación de la novela “Múnich”, de Robert Harris, que narra las negociaciones, en esa ciudad alemana, en las que el primer ministro británico, Chamberlain, firmó la entrega de los Sudetes checoslovacos a Hitler.

A raíz de tal decisión, Winston Churchill le dirigió la conocida frase acusatoria: “Entre la guerra y el deshonor, habéis elegido el deshonor y tendréis la guerra”.

Un año después, estallaba la II Guerra Mundial, con la invasión de Polonia por los alemanes. Chamberlain perdió el cargo y falleció al año siguiente, perseguido por el supuesto deshonor anunciado por su rival.

Pero la película destaca que, aparte de la entrega de los Sudetes, Chamberlain firmó otro pacto con Hitler, por el que ambos se comprometían a no protagonizar más acciones militares. Con lo que, cuando Hitler atacó Polonia, se ‘demostró’ que no era persona que mereciera crédito, lo cual ayudó a consolidar la coalición de naciones contra él.

Y explica que en Múnich se ganó un año, el tiempo preciso para que Gran Bretaña y el resto de naciones se prepararan para una guerra que finalmente ganaron.

Así que, en contra del juicio mayoritario contra Chamberlain, lo que se concluye es que en realidad salvó a Europa, porque gracias a él fue posible resistir a Hitler. De supuesto traidor a héroe.

Se trata de un ejemplo más sobre la trascendencia del relato. La importancia, al margen de lo que haya sucedido, de qué historia se cuenta. La que queda como la verdad, por encima incluso de lo que realmente ocurrió.

La lucha por el relato, por imponer una concreta versión, es una de las batallas más decisivas que se han librado siempre y, sobre todo, que se dan ahora constantemente. A todos los niveles.

Los ejemplos son innumerables. Un conflicto internacional como la crisis de Ucrania es, a la vez, una batalla de relato.

 

La existencia, cada vez más clara, de una opinión pública mundial, hace que los protagonistas se esfuercen en explicar lo mejor posible cuáles son sus pasos, para así ‘convencer’. A nivel global, no es lo mismo aparecer como atacantes que como víctimas, porque eso provoca consecuencias.

En el caso de Taiwán, China ha de que tener mucho cuidado con su política hacia la isla, y, desde luego, pensar mucho cualquier hipótesis de invasión. ¿Qué pasaría con sus exportaciones, sus productos tecnológicos, con sus importaciones, y con las colonias de chinos distribuidas por todo el mundo, si Pekín es percibida por el resto de la humanidad como nación peligrosa, agresiva y opresora?

A propósito de campañas, se ha publicado estos días en Inglaterra que un conocido gabinete de opinión británico estaba siendo financiado por China. Y que, entre otros documentos, elaboró un informe en el que concluía que la democracia es plena en aquel país. Dinero de Pekín trabajando (pagando) por enderezar su imagen.

En la presente coyuntura de la humanidad, ganarse una buena consideración resulta decisivo, dadas los efectos inmediatos que se derivan.

Algo, por cierto, que deberían aprender los Gobiernos en España. Nos interesa que los grandes creadores internacionales de opinión hablen bien del país, porque eso tiene consecuencias: anima a los inversores, otorga confianza en nuestros productos a la hora de las exportaciones, contribuye a que los turistas vengan cada vez en mayor número...

Así que uno de los cometidos prioritarios de cualquier entidad política, personaje, partido, y singularmente el Gobierno, se centra en librar las batallas del relato.

Ahora, en España, pueden ser identificadas buen número de guerras por el relato.

Una de ellas se refiere a la lucha contra la COVID, y está en juego dirimir la actuación del Gobierno contra la pandemia, bien, mal, sus responsabilidades... La pelea sigue abierta.

Un caso de estos días. A propósito de las inmatriculaciones de bienes eclesiásticos, el Gobierno, y sus medios afines, han lanzado el mensaje de que la Iglesia ha ‘devuelto’ un millar de bienes que no son suyos. La realidad es que no ha existido tal “devolución” porque no se los había “quedado”.

Al contrario, fue la representación de la Iglesia la que corrigió la lista elaborada por el Ejecutivo, advirtiendo de que no le constaba la propiedad de tales bienes.

Otra batalla tiene que ver con la crisis en Ucrania, a la que hemos enviado tropas, barcos y aviones. Casi el cuarenta por ciento de la población se muestra contrario a ese despliegue, así que el Gobierno deberá mostrarse más pedagógico, más persuasivo. Y tener el máximo cuidado para que no haga fortuna, ahora contra ellos, el famoso “no a la guerra”.

Por cierto que detrás de ese arranque belicista se esconde que en junio se celebrará en España la cumbre de la OTAN, y el objetivo es que sea una éxito. Entre otros factores, porque vendrán los grandes líderes mundiales. Uno de ellos, Joe Biden. Con lo que, por fin, a lo mejor se celebra la tan esperada y retrasada entrevista con Pedro Sánchez.

Pero hay una guerra que considero dramática. Desde mi punto de vista, es la batalla de todas las batallas, por lo que tiene de drama profundo que, si no se resuelve, puede dejar corrompida el alma de este país.

Me refiero al relato sobre lo ocurrido con la banda terrorista ETA. Se está intentando reconstruir la historia, cuando no borrarla.

Además de homenajes (bienvenidas) a individuos condenados por destrozos y muertes, algunos de ellos y quienes los ordenaron se están incorporando a la dirección de fuerzas políticas que figuran entre los interlocutores del Gobierno de España.

Casi un millar de asesinatos, miles de víctimas de todo tipo, incluyendo familias y niños, van cayendo en un olvido que no merecen.

Menos mal que la AVT, COVITE y otras asociaciones persisten en mantener la memoria. Como ahora acaba de ocurrir (es un ejemplo más) recordando el asesinato de Jiménez-Becerril y su esposa en Sevilla, en la madrugada del 30 de enero de 1998. Velas y flores se han colocado en la estrecha calle donde fueron abatidos.

La memoria, la buena memoria, resulta imprescindible.

editor@elconfidencialdigital.com

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