José Apezarena

Un falso Superman: ZP, el hombre que acabó con ETA

José Luis Rodríguez Zapatero.
José Luis Rodríguez Zapatero.

Cuando había empezado a escribir estas líneas, me vino a la memoria la estupenda película “El hombre que mató a Liberty Valance”, dirigida por John Ford, y que tuvo como actores principales a John Wayne, James Stewart, Vera Miles y Lee Marvin.

Creo que no les estropeo la cinta contándoles una parte del argumento, porque estimo que todos ustedes la han visto, y que, en todo caso, tampoco tienen intención de verla ahora.

Resumo la historia, magníficamente rodada por John Ford. El joven abogado Ransom Stoddard (James Stewart) se enfrentó en duelo con el temible pistolero Liberty Valance (Lee Marvin), sacó el revolver, accionó el gatillo, y el malhechor cayó muerto en el acto. Todo el mundo le adjudicó la hazaña, pero en realidad quien había acabado con Liberty Valance fue su viejo amigo Tom Doniphon (John Wayne), que disparó desde un callejón oscuro.

Pues resulta que José Luis Rodríguez Zapatero, el ex presidente del Gobierno por si no lo recuerdan, se cree, y lo afirma sin rubor por todas partes, incluyendo entrevistas en directo, que él fue quien acabó con ETA. ¡Qué desfachatez!

Lo ha repetido estos días aquí y allí, con ocasión del décimo aniversario del abandono de las armas por la banda terrorista, que, en efecto se anunció cuando ZP vivía en La Moncloa.

Los socialistas vascos le han proclamado “el presidente y lehendakari de la paz”, como artífice de la victoria.

Además de una falacia, y de un prueba de irrealidad mental por parte del protagonista, la afirmación de su protagonismo exclusivo me parece una ofensa a todos los que, durante muchos años, han combatido contra ETA, desde tantos lugares y con tantos sacrificios. Y al conjunto de los españoles. Una ofensa inadmisible, que no me permite quedarme callado.

ETA estaba ya derrotada. Llevaba un par de años sin conseguir ninguno de sus objetivos, porque las fuerzas de seguridad detenían antes a quienes se les ocurría intentarlo. Motivo: tenían la organización trufada de confidentes policiales y de infiltrados, incluso en la mismísima cúpula.

La banda no conseguía renovar efectivos, y los pocos que se alistaban eran personajes incapaces de nada, a los que además no podían entrenar porque Francia pisaba los talones a los pistoleros. Los líderes históricos estaban todos en la cárcel. Los que quedaban se habían hecho viejos y ya no soportaban la dura vida en la clandestinidad. Malvivían porque no les llegaba dinero. Estaban deseando dejarlo, pero no sabían cómo, sabedores también de que no habían logrado ninguna de sus banderas.

 

Por si faltara algo, la supuesta mística de una lucha de liberación había dejado paso a la indiferencia de la población vasca, cuando no la oposición porque las encuestas mostraban un claro rechazo a la violencia.

Así que estoy de acuerdo con lo que escribe Pablo Planas, que, tras destacar que la mayoría de los medios han comprado el relato de Zapatero, lo califica de “una auténtica estafa, una grosera manipulación de la historia.”

"Si ETA dejó de matar -resume- fue porque ya no podía, porque la Policía Nacional y la Guardia Civil tenían a los terroristas rodeados y vencidos, sin capacidad de maniobra ni de reacción salvo para los atentados suicidas, algo que no estaba en las previsiones de aquellos miserables a quienes el Gobierno de Zapatero salvó de una rendición sin condiciones. La banda terrorista estaba derrotada y lo que consiguió Zapatero es que pareciera que ETA decidía graciosamente dejar de matar".

Es un buen resumen: consiguió que pareciera que la banda terrorista nos “concedía” dejar de matar. Nos “perdonaba”.

Hay que añadir a esta ceremonia de la tergiversación y la confusión, el extraño dato de que muchos de los difusores de la teoría de la derrota de la banda por el Estado de derecho suelen afirmar, a la vez, que ETA no ha sido derrotada.

Pero lo ha sido. Y, desde luego, no por obra del falso y patético Superman Zapatero.

Ni James Stewart terminó con Liberty Valence, ni Zapatero acabó con ETA. Fuimos todos. Todos.

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