José Apezarena

Por fin, ¿quién saldrá a votar en Cataluña?

Una de las claves más decisivas para las elecciones catalanas del 21 de diciembre es la participación que se alcance en esos comicios. De dicha circunstancia dependerá en gran medida el resultado. Y con el resultado se jugará buena parte del futuro en Cataluña y para España.

La práctica electoral hasta aquí era que un sensible porcentaje de los habitantes de Cataluña, poco identificados con regionalismos y autonomismos, pero menos aun con el nacionalismo, declinaban participar en las elecciones autonómicas. Por así decirlo, consideraban que el asunto “no iba con ellos”.

Por el contrario, esa parte de la población, sí acudían a las urnas cuando los comicios eran nacionales, es decir, en las elecciones generales, al Congreso y al Senado.

Las consecuencias de tal actitud resultaban claras: los partidos catalanistas conseguían muy buenos resultados cuando se trataba de configurar el Parlament, y de rebote el Govern, pero no tan favorables en las convocatorias generales.

Las autonómicas anteriores, celebradas en 2015, planteadas como plebiscitarias por Puigdemont, Junqueras y demás, consiguieron una notable cifra de participación: el 77,5% Ahora, con vistas a las del 21 de diciembre, encuestas como la publicada ayer en El Confidencial Digital, la colocan por debajo, en el entorno del 76%.

La pregunta crucial es: ¿quiénes forman parte de ese 76% de votantes posibles?

Algunos apuntan que los sucesos en torno al supuesto referéndum de ruptura, a la fallida declaración de la república catalana, a la aplicación del artículo 155, y a la prisión de los consellers, han enrabietado aún más a los independentistas, que acudirán a votar masivamente. Y, por tanto, como ocurriera en 2015, la participación anticipada en las encuestas estará compuesta sobre todo por personas de esa procedencia.

No faltan sin embargo analistas que sugieren que en realidad el enorme fracaso cosechado por el intento secesionista, a lo que habría que sumar la vergonzosa huida de Puigdemont y varios consellers, junto con las retractaciones de otros significados personajes diciendo ahora que acatan el 155 y que la declaración de independencia fue un acto meramente formal, simbólico, han dejado perplejos a muchos de los que se movilizaron estos meses. Perplejos, cuando no desmoralizados. Lo cual les desanimará de acercarse a las urnas.

Y, al mismo tiempo, se sugiere que el conflicto padecido en Cataluña, el irrespirable ambiente sufrido estos últimos años, con el referéndum de secesión y la proclamación de la república, exacerbado por las presiones y excesos independentistas, sin olvidar las penosas consecuencias económicas, han activado a la población que hasta ahora se mantenía ajena y pasiva, como se ha demostrado con la increíble participación en las masivas manifestaciones pasadas.

 

Lo cual provocará que quede aparcado el pasotismo mostrado hasta ahora por quienes ignoraban los comicios autonómicos, y esta vez una gran parte de ellos saldrán de sus casas para votar y así determinar el resultado electoral.

Si los dos efectos se acumularan el 21-D, es decir, un cierto desistimiento del nacionalismo defraudado o cansado, junto con la movilización de los que en el pasado se mostraron indiferentes, el resultado de las elecciones catalanas podría dar una enorme sorpresa.

Pero estamos en el terreno de las hipótesis. Porque nadie sabe exactamente quiénes integrarán ese 76% de votantes el 21 de diciembre.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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