José Apezarena

La fuerza de uno, o el hombre clave de Sánchez y de Rajoy

“La fuerza de uno” es el título, en español, de una película ambientada en la Sudáfrica de los años treinta, en pleno Apartheid. Basada en una novela de Bryce Courtenay, narra la peripecia de un muchacho sudafricano que tiene que abandonar su granja y la tribu de los zulúes en la que se había criado.

Llamativa resulta la importancia que se está dando, en distintos niveles, al papel que, para la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa, ha tenido un personaje individual y concreto llamado Iván Redondo.

Experto en imagen y marketing políticos, se le atribuye el diseño y la estrategia de la operación que condujo a la presentación, y posterior victoria, de la moción de censura contra Mariano Rajoy.

Lo mismo se ha dicho sobre su papel en la formación del actual Gobierno socialista, integrado por personajes valorados política y profesionalmente, donde no faltan también novedades, guiños y sorpresas. En resumen, revela el deseo de sintonizar con las expectativas y sentimientos de amplios sectores sociales. De ahí el buen eco que ha merecido en la opinión pública y publicada.

Es conocida la trayectoria del joven asesor de Pedro Sánchez, un consultor político que antes trabajó para Antonio Basagoiti y para Xavier García Albiol, y que llevó a Monago a la presidencia de la Junta de Extremadura (incluso fue consejero).

Cuando quedó sin trabajo en las inmediaciones del PP, Pedro Sánchez lo llamó a su lado. Y con su ayuda y consejo ha llegado al Palacio de La Moncloa, donde Iván Redondo se ha instalado como jefe de gabinete del presidente del Gobierno.

Aunque en todo este proceso han cooperado, por supuesto, otras personas, sin embargo se atribuye un valor singular a Iván Redondo. Se le considera decisivo. Así que estamos, remedando el título de aquella película, ante la fuerza de uno.

Por contraste, vienen a la cabeza las carencias, omisiones, descuidos y errores de bulto en materia de estrategia política, de imagen y comunicación, cometidos durante estos años por el anterior Gobierno. Que hay que concretar en su presidente, Mariano Rajoy, como responsable último de lo que se ha hecho y de lo que no se ha hecho, pero no solo.

Detrás de Rajoy ha existido, igualmente, un concreto asesor áulico. Un consejero personal que ha ido vertiendo en los oídos del líder popular, primero, y del presidente del Gobierno, finalmente, las sugerencias y consejos a partir de los cuáles ha tomado las decisiones en estos años.

 

A Pedro Arriola se le adjudican las líneas maestras de la trayectoria política de Mariano Rajoy. Es verdad que, con él muy cerca, se han ganado elecciones y se ha gobernado. Aunque nunca se aclarará definitivamente si la victoria primera frente a Zapatero se debió al atractivo y garra del candidato popular, y no más bien fue resultado inevitable de las interminables carencias y fallos del entonces líder socialista.

Se ganaron aquellos comicios, pero desde entonces se gestionó la imagen y ejecutoria del Gobierno, y de su presidente, de forma errática e incomprensible.

Durante años, se ha apostado por la pasividad como respuesta, por el dejar correr los asuntos, el no hacer nada como método. Se olvidó la comunicación, se actuó con desapego respecto a los medios informativos.

No hubo respuesta a los escándalos de corrupción, se mostró frialdad e indiferencia ante los sufrimientos de los ciudadanos. Se creyó que bastaba con gestionar, con ser eficaces, olvidando que la política es también conquistar y convencer, ganarse a la gente.

Un cúmulo de desaciertos, en fin, que finalmente ha llevado al desastre que se consumó con la moción de censura.

Aquí también hay que hablar de la fuerza de uno. Uno que, en este caso, se equivocó de medio a medio.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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