José Apezarena

Hablando de Samuel y de palizas mortales

Altar en la acera donde fue agredido Samuel. Foto: M. Dylan / Europa Press.
Altar en la acera donde fue agredido Samuel. Foto: M. Dylan / Europa Press.

La pantalla muestra un gravísimo accidente de aviación. El aparato se ha estrellado contra el suelo, pero una niña ha resultado ilesa. Se le ve todavía sentada en su butaca, amarrada por el cinturón de seguridad, mientras a su alrededor hay restos de la aeronave, todavía ardiendo, y decenas de cadáveres.

Otra de las supervivientes se acerca, para atenderle. Y la pequeña exclama medio aterrada: “¿Cuándo se acaba la película?”.

La niña ha vivido la tragedia desde dentro, la ha visto y oído, pero su cabeza se resiste a creer que se trata de algo más que una película, de las muchas que ha podido ver en su vida.

Me acordaba de esa escena, a propósito de la tremenda muerte de Samuel en La Coruña, golpeado repetidamente, durante largo rato, arrastrado por la calle, recibiendo puñetazos y patadas, hasta que al final no resistió y murió sobre la acera.

Pensaba en los autores de tamaña barbaridad.

Y en otras situaciones semejantes, de agresiones interminables, con extrema violencia, que se han podido ver, repetidamente, en los noticiarios, en las pantallas de los televisores.

Las palizas protagonizadas por grupos de jóvenes aumentan, y el nivel de agresividad también.

¿Qué tipo de educación, de valores, están recibiendo quienes actúan de la forma en que ocurrieron los hechos de La Coruña, que acabaron con la muerte de Samuel?

Pensaba en tanta gente joven, la gran mayoría, que ha crecido viendo películas extremadamente violentas.

 

Y en los miles de niños y adolescentes que pasan horas y horas inmersos, volcados, practicando videojuegos que reflejan situaciones en las que el recurso a los puños, y sobre todo a las armas, es la situación normal. Juegos donde se mata mucho y muy cruelmente.

En esos supuestos juegos, los propios usuarios son los protagonistas, que van acabando con enemigos y rivales sin fin, porque quieren alcanzar el siguiente nivel y completar el juego, e incluso inscribir su nombre en la relación de winners.

¿Creerán tal vez que las palizas interminables que protagonizan en la calle son un momento más de una película, de un videojuego y que en realidad no hay consecuencias para los agredidos? ¿Pensarán que están en una realidad virtual?

Me parece que no se ha estudiado suficientemente el impacto en las mentes juveniles de esos entretenimientos, que llenan horas y horas de su vida, incluyendo noches casi en blanco.

Según un estudio realizado por la Universidad de Grenoble, los videojuegos violentos producen comportamiento agresivo al usuario y los efectos aumentan con el tiempo en la actitud de los jugadores. Los efectos se convierten en acumulativos y pueden ser relativamente duraderos.

Un problema añadido, atendiendo al testimonio y experiencia de profesores de colegios: la mayoría de los padres no tienen la menor idea de lo que sus hijos consumen en Internet, ni del tipo de videojuegos que frecuentan. Y deberían interesarse, ¿no?

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