José Apezarena

Ignorar a los niñatos/as activistas/os

Refinería de Petronor en Muzkiz

Una de las medidas más eficaces que se han tomado para reducir prácticamente a cero el salto de espectadores desnudos (streakers) a los campos de fútbol es que las cámaras de televisión no muestren al individuo ‘in puribus naturalibus’, como suele decirse. Y así se aplica habitualmente.

Omitiendo la imagen del invasor, que, de esa forma, no aparece en los televisores, la resonancia de la supuesta hazaña queda anulada, de forma que, quienes puedan tener la ocurrencia de repetir experimento, muchas veces renuncian al constatar que prácticamente nadie se va a enterar.

Tal práctica, en otro tiempo de moda y ahora en declive, recibe el nombre de Streaking, anglicismo que designa el acto de correr desnudo en la calle, en estadios deportivos o en otros lugares públicos cualesquiera.

Wikipedia lo distingue del nudismo, porque el streaking es una práctica ocasional que intenta llamar la atención, de ahí la elección de lugares muy concurridos a pesar del riesgo de ser detenido, mientras que los nudistas suelen preferir que se les deje tranquilos. Los streakers pueden ser ocasionales, como resultado de un desafío, o pueden realizarlo tan a menudo como para ser considerado un hobby.

¿Que a qué viene todo esto? A destacar la eficacia que ha tenido la decisión de no ofrecer imágenes de los protagonistas corriendo desvestidos por el estadio de fútbol.

Ahora, resulta que unos supuestos activistas medioambientales, de Just Stop Oil entre otros grupos, están poniendo de moda el ataque a obras de arte, presuntamente para protestar por las políticas energéticas.

El 9 de octubre, dos personas pegaron su mano al cuadro “Masacre en Corea”, de Picasso, expuesto en la Galería Nacional de Victoria, en Melbourne (Australia). El día 14, otros dos lanzaron salsa de tomate al cuadro “Los Girasoles”, de Van Gogh, en la National Gallery de Londres. El domingo, arrojaron puré de patata contra un cuadro de Claude Monet de la serie "Almiares", en un museo de Postdam (Alemania). Y ahora, el lunes, estamparon dos tartas de chocolate contra la cara de Carlos III, en la figura de cera del museo Madame Tussauds de Londres.

En todos los casos, los protagonistas grabaron imágenes de sus fechorías, que repitieron las televisiones del mundo entero, incluyendo declaraciones de los autores. Y, así, han conseguido un gran eco mediático.

Ellos se autodenominan activistas, aunque habríamos de escribir, si nos acogemos a la corrección reinante, activistas/activistos. Digo yo. Y tampoco me importaría llamarles niñatos/niñatas.

 

Por cierto, que la lista de obras de arte vandalizadas de diversas maneras a lo largo de los años es casi interminable.

Como la supuesta moda de atacarlas tiene ahora aspecto de ir a más, también porque abundan los que buscan unos minutos de gloria, propongo, por si sirve la idea, una posible solución para cortar tales atropellos: recurrir al sistema que frenó radicalmente el fenómeno streakers.

Sugiero, en fin, que las televisiones, las radios, las redes sociales, todos nosotros, omitamos las escenas de esos atropellos. Tengo la convicción de que, desaparecida la notoriedad, suprimidas las imágenes y eliminado el eco mediático, dejarán de producirse.

Por cierto, y aunque venga a propósito de refilón, hablando de niñatos/as, ejemplar me ha parecido la sentencia que ha condenado a once jóvenes, que celebraban una despedida de soltero a bordo de un AVE, a pagar 7.676 euros a Renfe, a razón de 697,82 euros cada uno, importe de las indemnizaciones que la compañía tuvo que abonar a los pasajeros por incumplir el compromiso de puntualidad.

A bordo del AVE Madrid-Málaga, "alteraron de manera cada vez más intensa el orden dentro del tren, gritando, cantando y golpeando las paredes del tren, haciendo caso omiso de las indicaciones y llamadas de atención del personal de Renfe", se negaron a bajar en la estación de Córdoba y tuvo que intervenir la Policía para desalojarlos, lo que provocó que el tren llegara a Málaga con 23 minutos de retraso.

A estos niñatos no los han ignorado, sino todo lo contrario: el juzgado les ha obligado a cubrir los daños causados. Bien hecho.

Según la compañía ferroviaria, ese tipo de comportamientos en trenes AVE se ha incrementado en los últimos años. La noticia de esa condena puede ayudar a cortarlos.

editor@elconfidencialdigital.com

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