José Apezarena

Incompetentes al poder (al Gobierno)

Primera foto del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez.
Primera foto del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez.

El 3 de septiembre abandonaba el Ayuntamiento de Madrid, y la política, Pepu Hernández, el que fuera seleccionador nacional de baloncesto, dos años después del estrepitoso fracaso electoral cosechado como candidato. Cuatro de los ocho concejales del PSOE han abandonado ya sus puestos.

Pepu Hernández fue un “invento” de Pedro Sánchez, que en mala hora le sacó del ámbito del baloncesto, donde había desarrollado una carrera de triunfador, para convertirlo en un fracasado.

Y es, otra vez, un ejemplo del equivocado procedimiento consistente en elegir para puestos y cargos, no a lo más capacitados, los mejor preparados, sino a los correligionarios solo por el hecho de serlo, sin pensar si tienen condiciones, y cuyo único mérito es precisamente que son “uno de los nuestros”.

La remodelación del Gobierno anunciada en julio, con la designación de unos cuantos ministros nuevos, desencadenó el habitual proceso de nombramientos en los segundos y terceros niveles de cada uno de los departamentos afectados.

Lo que no se ha contado apenas es que esa cascada de designaciones vino precedida de una intensa tarea de selección de personal, llevada a cabo directamente por La Moncloa, que no quería dejar ningún cabo suelto y se propuso tomar todas las precauciones.

En Presidencia, los Iván Redondo y Félix Bolaños se dedicaron a examinar a los candidatos a formar parte del Gobierno a los distintos niveles.

El objeto de esas conversaciones, que casi podían calificarse de pesquisas parapoliciales, era, por supuesto, prevenir que no existieran currículum falseados, tesis copiadas, problemas con Hacienda, cuentas pendientes con la Justicia... Por ello, se manejaron con detalle los currículums, para evitar problemas como los que surgieron en el primer Gobierno de Sánchez, en 2018, con Màxim Huerta y Carmen Montón.

Pero había otra finalidad oculta y más importante: que los altos cargos, o sea, secretarios de estado, subsecretarios, directores generales, jefes de gabinete, además de presidentes y directivos de organismos y empresas públicas, fueran personas de confianza. Es decir candidatos “especialmente comprometidos con el proyecto socialista”.

Ahí estaba la clave oculta, que explicaba un trabajo tan minucioso.

 

¿La prioridad era dar con los personajes más cualificados, los mejor preparados, aquellos que con toda seguridad lo harían bien dada su formación y experiencia? No. ¿Se estaba pensando en el interés general, en el futuro de la nación, en el bienestar de los españoles? No.

Y hay que decir que procedimientos semejantes conducen a la mediocridad y la inoperancia, a la designación de personas no preparadas. Y, como resultado, a que nos gobiernen incompetentes.

En cualquier estrato, tal procedimiento constituye una gran desgracia. Pero a nivel país es una verdadera maldición, que debería recaer sobre aquellos que practican tácticas tan destructoras. Quienes, por cierto, en este caso tienen nombre y apellidos.

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