José Apezarena

Por la independencia, vendo hasta mi alma

Incomprensible resulta la actuación de los dos grandes sindicatos, Comisiones Obreras y UGT, manteniendo su presencia en la manifestación de Barcelona este domingo, en la que se pidió la libertad de los llamados "presos políticos".

Como es bien conocido, se trata de dos sindicatos de ámbito nacional, español, que sin embargo han optado por aparecer del brazo de los independentistas catalanes, es decir, de quienes se han propuesto romper España por las buenas o por las malas. Ahora, más bien por las malas.

Especialmente llamativo parece el caso de UGT, sindicato "hermano" del PSOE, es decir, de un partido de ámbito español, con presencia en los pueblos de este país, que en todas partes concurre a elecciones municipales y regionales, y que muy pronto deberá afrontar unas elecciones generales, con el Gobierno de España en juego.

Sorprendente la posición ugetista, digo, porque sus organizaciones de base, en la propia Cataluña, se habían pronunciado en contra de participar en la marcha, a pesar de lo cual la dirección catalana decidió mantenerse en su decisión, y, por si lo necesitara, recibió el respaldo de Madrid, de la dirección nacional.

Esto último no tendría que resultar demasiado sorprendente, dado que el actual secretario general de UGT era el líder en Cataluña, y se llamaba Josep María Álvarez hasta unos minutos antes de presentarse al cargo.

Alguno le aconsejaron entonces que cambiara el nombre, para que le pudieran votar sin problemas en toda España, y optó por quedarse en Pepe Álvarez. Pero sus cambios se han reducido a eso. A la vista de lo ocurrido, es claro que mantiene incólumes las esencias catalanistas que ya profesaba. Incluso en contra del sindicato, o al menos de la mayoría de sus afiliados.

Pepe Álvarez ha insistido en salir a la calle del brazo de los independentistas a pesar de tener conocimiento claro de la oleada de miles de bajas que se estaban produciendo estos días en UGT por toda España, acelerada cuando se confirmó definitivamente la asistencia a la marcha en defensa de los "presos políticos".

Es lo que tiene el nacionalismo: que se coloca por encima de todo. Sea esto lo que sea. Por delante del sindicato, del partido, de la empresa, del interés económico, del bien de la sociedad, de los amigos, de la familia. Por encima de la ley.

Por ese objetivo, se traiciona, se vende, se olvida o se margina todo. Hasta la propia alma.

 

Y por eso, para quien sufre esa infección, la cura resulta prácticamente imposible. Como se acaba de comprobar en el caso de Pepe Álvarez.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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