José Apezarena

Una infanta de España despojada

La decisión de Felipe VI de revocar el título de duquesa de Palma, concedido a su hermana Cristina por don Juan Carlos, esconde detrás más historias de las que se atisban a primera vista.

La vía de anular el nombramiento no ha nacido de una improvisación, porque se venía estudiando y articulando desde tiempo atrás. No obstante, se trataba de una opción más bien pensada para una coyuntura concreta: para el momento en que Cristina de Borbón tuviera que sentarse en el banquillo de los acusados.

En La Zarzuela existía, en efecto, un cierto pánico ante la posibilidad de que esa situación se escenificara, es decir, ver a la hermana del rey en condición definitiva de acusada sin que desde la Casa se hubiera hecho nada. De ahí la salida de retirarle el título en las fechas previas a la vista.

La anulación del ducado es, en sí misma, un castigo más bien simbólico, en la medida en que el título no provoca demasiadas consecuencias prácticas. Pero lanza de nuevo el rotundo mensaje de que Felipe VI no está dispuesto a la menor conexión con asuntos vinculados a la corrupción, algo que ya puso en práctica siendo todavía príncipe. Y la noticia anunciada ayer ha vuelto a visualizarlo con toda contundencia ante la opinión pública. Se da, pues, una continuidad de comportamientos.

La súbita revocación del ducado de Palma hay que relacionarla con circunstancias recientes que podrían haber arrojado la sensación de que en la Casa Real existía un cierto perdón hacia la infanta Cristina, algo que se ha querido cortar de raíz.

Situaciones como, por ejemplo, la presencia en Zarzuela, acompañada de su hija Irene, en la celebración familiar de la primera comunión de la princesa Leonor. Por ejemplo, la asistencia, el pasado lunes, en Madrid, al funeral por Kardam de Bulgaria, en el que Cristina se comportó como si nada estuviera pasando a su alrededor, exhibiendo en todo momento una sonrisa que podía dar a entender que el ‘caso Nóos’ ni existía ni le preocupaba lo más mínimo.

A ello se añade el desmedido recurso interpuesto esta semana contra la denegación de la rebaja en la indemnización, en el que se acusaba al juez Castro de atentar contra el derecho de defensa, de apreciaciones subjetivas, de "grave atentado a las garantías que debieran presidir el procedimiento”, y de "contradicciones y excesos interpretativos" que generan "una constante sensación de inseguridad jurídica y, por ende, una grave merma de su derecho constitucional a la tutela judicial efectiva".

Una descalificación del magistrado en toda regla, que no parece aceptable en quien tiene la condición de miembro de la familia del rey. Y que, a la vez, refleja un distanciamiento entre La Zarzuela y el equipo de abogados, liderado por Miguel Roca y Jesús Silva. Diferencias que ayer se hicieron evidentes con la iniciativa de los letrados de intentar desmentir la versión de la Casa del Rey, afirmando que la renuncia había sido resolución de la infanta y no una decisión de Felipe VI.

No es preciso insistir en que Cristina de Borbón sigue conservando sus derechos de sucesión a la corona. Algunos analistas sostienen que el monarca, como cabeza de la Institución, tendría capacidades para revocar tal condición, pero no es cierto. Ocurría así en las monarquías tradicionales, en las que el jefe de la Casa ejercía poderes omnímodos, pero hoy no es de aplicación en España porque ese derecho sucesorio se lo concede la mismísima Constitución

 

Nuestra Carta Magna dice que la corona de España es hereditaria “en los sucesores” de don Juan Carlos. Condición, por tanto, que se adquiere automáticamente por vía de nacimiento. Y en este momento no existen vías legales para removerla.

El revocamiento del ducado de Palma se ha conocido apenas una semana antes de que se cumpla el primer año de Felipe VI en el trono. No falta quien ha apuntado que el anuncio se ha diseñado precisamente con ese motivo, para proporcionar algo así como un espaldarazo a la “nueva monarquía” que propugna el actual rey. No puedo creerlo.

Me resisto a asumir que por detrás haya existido una programación maquiavélica, porque no tengo la menor duda de que estos episodios a quien más están doliendo es al rey Felipe, que, una vez más en su vida, se ve forzado a elegir entre el corazón y el deber. Pienso, más bien, que lo ocurrido le ha amargado la celebración de ese primer aniversario.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato