José Apezarena

“Jarabe de democracia” para Pablo

Pablo Iglesias e Irene Montero.
Pablo Iglesias e Irene Montero.

Allá por el año 2010, un juvenil Pablo Iglesias, estudiante y líder en Políticas de la Complutense, lideró una algarada contra Rosa Díez, presidenta de UPyD, hasta el punto de impedirle que pudiera hablar en la facultad.

Después de aquel escrache inicial ha habido otros más, de diverso tipo, como los que sufrieron Soraya Sáenz de Santamaría a las puertas de su casa (donde se encontraba con su niño), Alberto Ruiz Gallardón, Cristina Cifuentes por la calle, una Begoña Villacís embarazada durante las fiestas de San Isidro, lo mismo Inés Arrimadas

Cuando proliferaron tales acosos, Pablo Iglesias comentó, como quitándoles importancia, justificándolos, que a algunos les venía muy bien probar “jarabe de democracia”.

Así llamó el líder de Podemos a esas agresiones: “jarabe de democracia”. Que ni son “jarabe”, ni desde luego “democracia”.

No sé si seguirá pensando lo mismo, después de haber sufrido en marzo pasado, en sus propias carnes y en su mismísima facultad, los gritos y abucheos que él propinó, diez años atrás, a Rosa Díez.

Ese marzo se repitió el suceso, pero ahora con él como víctima. Probó lo que él mismo denominó “jarabe de democracia”.

A veces la historia tiene esas ocurrencias.

No sé si seguirá pensando que son “jarabe de democracia” los acosos que viene actualmente sufriendo en el chalet de Galapagar, donde reside con su mujer y sus hijos.

Para empezar, cuentan que cada mañana, a las siete, el vecino del chalet cercano emite a todo volumen el himno nacional, con el que despierta a la familia Iglesias-Montero.

 

Y ahora está viendo cómo grupos de personas le dedican caceroladas a las puerta de su residencia, al estilo de lo que sufrieron Sáenz de Santamaría, Gallardón… Según su propia expresión, “jarabe de democracia”.

Tengo que decir que rechazo de plano la táctica de los escraches, el acoso a las personas en las aulas, en la calle, frente a los domicilios donde viven sus familias… En todos los casos. También en el de Pablo Iglesias.

Y, aunque él los haya justificado en otros tiempos, como hizo, no hace demasiado, en relación con las caceroladas el rey.

Pienso que no es de recibo, que se trata de un procedimiento inaceptable, agresivo, invasivo e injusto, y que encima, en muchos casos afecta a terceras personas inocentes.

No me pareció bien con los supuestos rivales políticos de Pablo Iglesias, y tampoco para el caso del líder de Podemos.

La acción política tiene sus lugares, sus procedimientos, y sus límites que no se deben sobrepasar. Con nadie.

editor@elconfidencialdigital.com

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