Los efectos del miedo a Vox
“Para esto ha servido Vox. Vox nos ha roto”. Es el lamento que se escuchaba anoche en la sede del PP en la calle Génova, tras el rotundo fracaso electoral cosechado en las generales.
A la vista del veredicto de las urnas, parece claro que los responsables del PP se equivocaron de medio a medio cuando creyeron que su mayor enemigo era el grupo de Abascal.
A partir de este análisis, el partido decidió girar hacia la derecha, en principio para contrarrestar a Vox, y lo ha pagado muy caro: la peor derrota de la historia del partido.
Por lo visto, una vez más España ha votado sobre todo en el centro, ese centro abandonado por el PP y que ha conseguido ocupar Pedro Sánchez.
El líder socialista ha sido hábil en explicar que a un lado estaba la derechona, la de la Plaza de Colón, y a su izquierda se situaba Pablo Iglesias. Y él se ha acomodado tranquilamente en el centro.
Incluso en el desafío de Cataluña, que parecía su gran talón de Aquiles, Pedro Sánchez se ha olvidado del artículo 155, que esgrimían Vox, PP y Ciudadanos, y se ha empeñado en hablar de diálogo y de salidas pactadas. Y por lo visto, le ha beneficiado.
Otra consecuencia imprevista del miedo a Vox parece ser el avance claro que han experimentado los partidos nacionalistas en todos los lugares donde existen. Salvo en la Galicia que pastorea Núñez Fiejóo, por lo visto con éxito.
La participación en Cataluña ha sido un 18% superior a la de 2016, Esquerra ha resultado la gran vencedora, pasando de 9 a 15 diputados, y el PP ha desaparecido.
En el País Vasco, el PNV ha mejorado, de 5 a 6 escaños, Bildu ha logrado 4 escaños, mientras que el PP se ha quedado sin representación.
Posiblemente tiene algo que ver la existencia y los propósitos que anunció Vox. Posiblemente, digo.
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