Sin niños y encima maltratados
Una de las amenazas más graves que sufre España, de la que apenas nadie quiere hablar, es que la natalidad se ha desplomado de forma dramática. Y por tanto no existen garantías de reposición de la población. Cada vez nacen menos niños.
España se está convirtiendo en un país sin niños. Y, encima, a los que vienen a este mundo los tratamos bastante mal. Eso dicen los datos.
El número de hogares con niños en los que todos los adultos se encuentran en paro ha aumentado un 190% desde 2007. Con cifras del INE, entonces sumaban 325.000, mientras que en 2013 ascendían a 943.000, casi un millón. O sea, un millón de niños con dificultades para el mantenimiento.
En un informe sobre la pobreza infantil en España, Unicef acaba de denunciar que el riesgo de pobreza es mayor en los hogares con niños.
Tan solo el 1,4% del PIB se dedica a políticas de protección social, mientras que la media de los 28 países de la UE es del 2,2%. España es el segundo país de la Unión, tras Grecia, en el que menos capacidad tiene la intervención del Estado (mediante trasferencias sociales) para reducir la pobreza infantil.
Aquí se ha hablado en muchas ocasiones de la necesidad de llegar a un gran pacto educativo; hubo incluso un pacto sobre la justicia; pero parecería incluso más urgente un pacto sobre de estado sobre la infancia.
A estas alturas de la civilización, con el nivel económico alcanzado, resulta insufrible que los problemas se trasladen a los niños.
Los comedores escolares se han convertido en una necesidad básica para muchos niños a lo largo del curso, y por eso hay ahora grupos y movimientos reclamando que no se cierren en verano. Los partidos en el poder responden que en realidad no hay pequeños que pasen hambre en verano. La comprobación resultaría muy sencilla: que abran los comedores estos meses y, si no acude nadie, es que de verdad ningún niño tiene necesidad de ello.
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