José Apezarena

Un país a merced del ex comisario Villarejo

dolores delgado congreso

Considero una anomalía democrática el hecho de que, cada dos por tres, este país se despierte con un sobresalto político y periodístico como consecuencia de revelaciones, informaciones, o más bien filtraciones, destiladas desde el interminable almacén de imágenes y sonidos acumulados por el ex comisario Villarejo.

Lo último es la difusión de las grabaciones tomadas durante una comida con comisarios de policía a la que asistió la todavía ministra de Justicia, Dolores Delgado, junto con su compañero el ex juez Baltasar Garzón.

Digo "todavía ministra", porque, igual que ocurrió con su ex colega Carmen Montón, me parece que la señora Delgado acabará también fuera del Gobierno. Al tiempo.

Enorme torpeza por su parte fue intentar desmentir "cualquier relación" con el polémico comisario al saltar la primera noticia de que había tenido contactos con Villarejo. Tendría que saber que, cuando un proceso semejante se pone en marcha, es que detrás se esconde mucho más material de lo que en primera instancia se muestra. Que acabará saliendo.

Torpeza, cuando no desfachatez, porque ahora reconoce lo que al principio negaba: que se vio varias veces con él.

Si se ha difundido la grabación de aquella comida, es casi seguro que igualmente existen cintas de los otras ocasiones en que estuvo con Villarejo. El ex comisario aprovechaba todas las oportunidades. Cintas que, no es difícil deducir también acabarán saliendo a la luz.

Por el tipo de asistentes al almuerzo, por las familiaridades que se muestran, por el tono de las conversaciones, por los asuntos abordados (algunos de ellos muy delicados), la posición de la todavía ministra de Justicia es enormemente débil.

Podría ayudarle el hecho de que Pedro Sánchez no puede permitirse un fracaso más, como los cosechados con Màxim Huerta y Carmen Montón. Un tercer ministro a la calle puede ser ya demasiado. El presidente se está abrasando, y por eso intentará evitarlo, hasta donde le sea posible.

Ayer por la tarde, Sánchez le transmitió su respaldo. No significa nada, porque también lo hizo con Carmen Montón pocas horas antes de su salida del Gobierno.

 

Pero vuelvo al principio. Considero una anomalía grave que este país se halle a merced de un personaje que, durante muchos años, se dedicó a acumular vídeos y cintas de todos aquellos con los que trató y negoció, se reunió de modo informal, o simplemente les espió.

En su día, el ex comisario presumió de tener en su poder teras con grabaciones, de imágenes y sonidos, vídeos y fotografías, de cientos de personalidades. Uno de ellos la famosa Corinna zu Sayn-Wittgenstein.

Teóricamente, todo ese material ha sido intervenido judicialmente y se encuentra en poder del juez. Digo teóricamente, porque algo no funciona, puesto que esa fuente turbia sigue manando. Hay que suponer que, o no todo fue incautado, o existen copias descontroladas, de donde surgen informaciones como la que ahora ha alcanzado a la todavía ministra de Justicia.

Y yo pregunto. ¿Es que no es posible frenar esa dinámica de filtraciones, que, un día sí otro también, ponen patas arriba este país? El Estado, la Justicia, la Policía, o incluso el CNI, ¿no encuentran manera de evitar que Villarejo, y sus colaboradores en la sombra, dicten qué es o qué no es actualidad, contra quién disparar y a quién poner en la picota?

Aunque solo sea para que el país no se encuentre a merced de las intenciones, en principio malas, del ex comisario.

¿Alguien puede responder a esas dos preguntas?

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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