José Apezarena

¡Pedro Sánchez, da la cara tú que a mí me da la risa!

Ximo Puig y Guillermo Fernández Vara.
Ximo Puig y Guillermo Fernández Vara.

En el año 2002, el Gobierno de José María Aznar aprobó el llamado "céntimo sanitario", por el cual se autorizaba a las comunidades autónomas a imponer un impuesto más a la gasolina, que por tanto se encarecería.

Muy pocos territorios se acogieron a esa ventaja recaudatoria. ¿Motivo? El rechazo que provocaría entre los respectivos ciudadanos un incremento en el coste de los carburantes.

Y también, por supuesto, que los presidentes no deseaban significarse con una medida que atacaba al bolsillo de sus paisanos. Posteriormente, por cierto, se armonizó un impuesto a la gasolina para todas las autonomías.

Es que a los gobernantes en general no les gusta tomar decisiones impopulares.

Acaba de ocurrir de nuevo ahora, con motivo de la crisis del coronavirus, y con la necesidad de proceder a la suspensión de eventos, limitación de movimientos, cierre de locales... pero más aún clausurar festejos y celebraciones populares.

Muy tempranamente, al poco de estallar los contagios, se planteó la posibilidad de que se suspendieran las Fallas. Y algo semejante ocurrió enseguida con la Semana Santa.

Dado que la competencia de sanidad se encuentra transferida, los responsables de garantizar la seguridad sanitaria son los respectivos gobiernos autonómicos, a quienes en su caso correspondería proceder a las citadas suspensiones. Pero nadie quería tomar la decisión.

Así, presidentes socialistas se dirigieron a Pedro Sánchez para pedirle que fuera el Gobierno, para todo el país, quien adoptara providencias, con el fin de ahorrarse ellos el sofoco de suspender celebraciones tan populares.

Entre los que llamaron a La Moncloa estaban el valenciano Ximo Puig, por lo que se refiere a las Fallas, y el extremeño Guillermo Fernández Vara, en lo que afecta a la Semana Santa, que representa para esa comunidad un importante ingreso gracias al turismo nacional y suspenderlas causaría un grave daño económico.

 

Son muchos los políticos, a todos los niveles, que se apuntan al oropel del cargo, y en su caso al sueldo, pero que, sin embargo, no quieren asumir el hecho de que gobernar es tomar decisiones. Sobre todo cuando se trata de opciones amargas e impopulares. Y buscan el cobijo del que está más arriba para que él cargue con la responsabilidad.

El problema se agrava si el que está arriba del todo tampoco quiere mojarse y retrasa, cuando no omite, la adopción de medidas imprescindibles. Como ha ocurrido con la resistencia de Pedro Sánchez a afrontar en primera persona la amenaza del coronavirus. Hasta que por fin ha aparecido, se ha mantenido agazapado durante semanas. Quizá esperando que el problema se disolviera solo. O que lo arreglara otro.

Al final, no ha tenido más remedio que dar la cara. Es que, en su caso, no cabe ya mirar hacia arriba. Pedro Sánchez no puede recurrir al rey para que sea él quien tome las decisiones difíciles.

editor@elconfidencialdigital.com

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