José Apezarena

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, dos políticos suicidas

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la Carrera de San Jerónimo.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la Carrera de San Jerónimo.

A cinco días para el Pleno del Congreso en el que se debatirá, y votará, la investidura de Pedro Sánchez, las posturas de los protagonistas principales parecen cristalizadas.

Salvo sorpresón de última hora, no previsible, vamos a llegar al lunes con los contendientes clavados en posiciones inamovibles.

Y, en ese panorama, dos de los actores parecen haber entrado en una dinámica suicida, políticamente hablando.

El primero es Pablo Iglesias, que está quemando las naves con esa consulta a los militantes sobre qué votar el lunes. Pedro Sánchez nunca se lo perdonará.

Si la gana, y le apoyan en que la condición para votar la investidura sea que le den un ministerio, el líder de Podemos se va a encontrar con que el candidato no se lo va a conceder de ninguna manera.

Es que el presidente en funciones no se fía un pelo de ese personal. No está dispuesto a meterlos en las interioridades del Gobierno, porque pueden irse de la lengua, son capaces de montarle una crisis a partir de cualquier discrepancia...

Así que, sin un ministerio que llevarse a la boca, Iglesias no tendrá más remedio que cumplir la amenaza y omitir el apoyo al candidato, absteniéndose (resulta impensable que llegue a votar en contra).

Digo que es una política suicida, porque la eventualidad de una repetición de elecciones pronostica un derrumbe de Podemos. Con lo que se aceleraría el declive de un Pablo Iglesias cada vez más acorralado por Íñigo Errejón.

El segundo suicida es Pedro Sánchez, advirtiendo que, si no sale investido presidente en juliono habrá segunda vuelta porque retirará su candidatura. Y, en consecuencia, será obligado repetir elecciones.

 

Cree que, con ese anuncio, apuesta por dos opciones. La primera se refiere a Podemos. Calcula que los morados al final le darán su apoyo.

La otra pulsión se refiere a PP y Ciudadanos, porque piensa que no se atreverán a votar en contra. Que, para que no sea preciso volver a sacar las urnas, al menos uno de los dos se abstendrá, y por tanto le regalará la investidura.

El problema es que, a día de hoy, Ciudadanos no tiene la menor intención de salvar a Pedro Sánchez. Basta escuchar a Albert Rivera para entender que considera que su apuesta es convertirse un día en el primer partido de la oposición, y por tanto alternativa de Gobierno, y eso pasa necesariamente por no permitir la investidura.

Y en el PP ocurre otro tanto. Pablo Casado piensa que no debe, de ninguna manera, posibilitar la continuidad de Sánchez en La Moncloa. Primero, porque opina que es la posición de de futuro más conveniente, para el partido y para su persona. Segundo, porque no olvida la moción de censura y de qué forma los echaron del poder. Y tercero, porque sus encuestas dicen que, si se repiten elecciones, mejorarán los resultados de las últimas generales.

Sin embargo, en el caso de Pedro Sánchez hay que recordar que, acudiendo a la terminología del tenis, ha demostrado ser experto en salvar pelotas de set y de partido. Ya lo acreditó cuando, tras haber sido violentamente descabalgado por el Comité Federal del PSOE, se presentó a las primarias frente a Susana Díaz y las ganó.

Y lo probó igualmente sacando adelante la moción de censura contra Rajoy.

A Pedro Sánchez le ha ido bien la estrategia de órdagos. Dicen los veteranos del mus que quien se dedica a lanzar órdagos no es buen jugador. Pero es que esto no es una partida de mus.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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