Por qué está nervioso Pablo Iglesias

Algo le pasa a Podemos, y algo bastante novedoso: que está empezando a recibir malas noticias.

La última, contundente: el sondeo del CIS que acaba de difundirse, en el que el partido de Pablo Iglesias (con sus socios) pierde la segunda posición a nivel nacional y pasa a ser tercera fuerza. Es, además, el partido que más cae: pierde dos puntos de intención de voto, del 21,7% al 19,7%.

Ni el Partido Popular, con el constante acoso de la corrupción, baja tanto: retrocede 1,5 puntos, pero Mariano Rajoy volvería a ganar las elecciones, con el 31,5% de los votos. Una distancia considerable sobre el siguiente.

Y, con la que está cayendo en el PSOE, sin líder, inmerso en una pelea fratricida, resulta que los socialistas suben 1,3 puntos, de 18,6% a 19,9%, superando así a Podemos y recuperando la tan deseada segunda posición.

Da la impresión de que el viejo y soñado anhelo de Pablo Iglesias, de ser la referencia ideológica por la izquierda y de convertirse en la verdadera oposición al PP, se aleja un poco más.

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Se ha celebrado la asamblea de Vistalegre, han pasado dos meses desde que Pablo Iglesias descabezase a Íñigo Errejón. Han sido dos meses de montar el espectáculo, de protagonizar movidas, de fletar autobuses y de anuncios de mociones de censura... y, al final, Podemos está perdiendo terreno.

Así que Pablo Iglesias tendría que hacérselo mirar. Debería analizar si la actual línea, impulsada directamente por él y con él como principal protagonista, es la más conveniente para convertirse un día en alternativa de Gobierno.

A lo mejor lo que ocurre es que los buenos tiempos de Podemos han pasado y no volverán. Ellos proclamaron, y era verdad, que habían nacido de la indignación popular, del enfado de los españoles acosados por la crisis económica y social.

Pues, a la vista de los datos del CIS, parece que ahora los españoles no se muestran tan indignados. O que, si lo siguen estando, ya no confían en Podemos como vía de solución a sus problemas.

Por todo ello, se entiende que Pablo Iglesias esté preocupado. Y dándole vueltas a cuál puede ser el remedio. Si lo hay.

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