José Apezarena

¡No puedo dejar en paz a Pedro Sánchez!

Pedro Sánchez (Foto: Pool Moncloa/Fernando Calvo).
Pedro Sánchez (Foto: Pool Moncloa/Fernando Calvo).

“¿Cuántos años lleva usted sin sacarse a perrosanche de la cabeza, Apezarena? Serénese, que a su edad tanta obsesión enfermiza no puede acarrear nada bueno. Haga como Sánchez, tómese unas vacaciones, descanse usted y déjenos descansar a nosotros”.

La frase que acabo de reproducir es el comentario de un viejo conocido llamado Robespierre (en realidad es su seudónimo en redes sociales), habitual en estas páginas, a propósito de mi último blog, titulado “De quién se esconde Pedro Sánchez”.

Otro de los habituales, llamado Sacaputas (con perdón, pero es un remedo de otro comentarista llamado Sacapuntas) le contesta: “Se esconde de la oscuridad, de la mentira, de la privacidad, de la opacidad, de la deshonestidad”. Y Soledad remacha: “Se esconde EN la obscuridad, EN LA MENTIRA, EN la privacidad, EN la opacidad, EN la deshonestidad, EN la inmoralidad...”. Así se las gastan los comentaristas.

Si no he entendido mal el mensaje, Robespierre me pide que deje en paz a Pedro Sánchez, que no hable de él. Y a lo mejor tiene razón, a la vista de algunos de los últimos blogs, titulados “Los muertos vivientes que deja Pedro Sánchez”, Sánchez sí paga a traidores, “Palabrita de Pedro Sánchez”, etc.

Y, sin embargo, me parece que tengo que seguir pendiente, incluso diría vigilante, de Pedro Sánchez. ¿Por qué?

Tengo que ocuparme de Pedro Sánchez porque es el presidente del Gobierno, es decir, el personaje que dirige este país en primera persona, el que toma las decisiones más importantes, esas que nos cambian la vida a todos, a veces para bien y casi siempre para mal.

Es quien aprueba las leyes, y quien administra nuestros dineros, o sea, los Presupuestos del Estado, y el que nos vacía los bolsillos a base de impuestos. Y toma decisiones sobre asuntos tan vitales como subir o no el Salario Mínimo Interprofesional.

Pedro Sánchez ha tenido en sus manos la salud de los españoles, con las medidas aplicadas frente a la pandemia de coronavirus. No es pequeña responsabilidad, teniendo en cuenta la cifra de fallecidos. Es quien ha decidido introducir en España el derecho legal a matar con la ley de eutanasia, y ha aprobado una ley de educación injusta, mala, y que va sembrar el país de analfabetos funcionales.

El presidente encarna en gran medida la imagen de España (no muy bien parada, por ejemplo, con el último viaje a Estados Unidos), de él depende la seguridad y defensa del país, y en sus manos está salvaguardar la unidad territorial frente a los nacionalistas que, sospechosamente, son sus socios de Gobierno.

 

Decide sobre el dinero que va a las autonomías, sobre los funcionarios, y en fin sobre las empresas públicas, Radiotelevisión Española, la Agencia Efe...

Y, por si faltara algo, va a administrar el maná europeo, los 140.000 millones de ayudas de la UE. Él manejará esa enorme cantidad de dinero.

Se ha afirmado que José Luis Rodríguez Zapatero ha sido el peor presidente del Gobierno que hemos tenido en democracia, pero ahora no falta quien sostiene que Pedro Sánchez le ha superado, que es incluso peor.

Por añadir algo más sobre los comentarios al último blog, un tal “garlic and water” (hasta ahora desconocido) cita la exhumación de Franco (llama “necrófilo” a Sánchez, entre otras lindezas), el estado de alarma declarado inconstitucional, la fianza de 5,4 millones a los presos del procés (dice que se los va a perdonar), la puesta en libertad de etarras, el dinero que cuestan sus cuatro residencias (La Moncloa, la Mareta, las Marismillas, Quintos de Mora: mantenimiento, dos millones y medio al año), el queroseno que gasta el Falcon

En fin. Con todo lo dicho, ¿creen que tengo que dejar de hablar de Pedro Sánchez?

editor@elconfidencialdigital.com

Más en Twitter

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato