José Apezarena

Puñaladas en el Gobierno

Consejo de Ministros
Consejo de Ministros

Los presidentes, cuando tienen en la cabeza proceder a una crisis de Gobierno, intentan que no se filtre nada de nada. Ni siquiera su intención de proceder a un cambio de ministros.

El motivo es sencillo de entender. Cuando tal especie comienza a circular, se disparan las especulaciones, pero, sobre todo, empiezan las luchas por entrar en el Gobierno, las pugnas por no salir. Y eso a agobia a los presidentes, que pasan días negando, templando gaitas… mintiendo.

Al mismo tiempo, se desatan no pocos combates internos en el seno del Gabinete. Salen a la luz las envidias, las diferencias, las enemistades, los odios sarracenos.

El deseo de silencio suele acabar siendo un intento vano, como ha vuelto a ocurrir ahora. Y, desde que saltaron las primeras informaciones sobre la proximidad de una crisis, unos y otros (unas y otras, unes y otres) miembros del Gobierno han sacado los puñales de sus vainas.

Se puede contar que, aunque apenas trascienda, existe desde hace tiempo una lucha a muerte entre Iván Redondo y Carmen Calvo, y sobre todo ahora, por las intenciones del primero de dejar fuera a la vicepresidenta, con la que nunca se ha llevado bien. Lo desvelamos hoy, en la apertura de ECD.

Más conocida es la pelea de damas que se ha producido entre la vice y la ministra de Igualdad, a propósito de la ley trans, en la que, por el momento, ha resultado ganadora Irene Montero. El anteproyecto ha sido aprobado por el Consejo de Ministros, y Carmen Calvo se siente muy dolida. Incluso traicionada.

Y contra la susodicha Calvo parece ir también otro movimiento interno, que coloca a José Luis Ábalos en la vicepresidencia primera. Algo a lo que también se resistiría el todopoderoso Iván Redondo, uno de sus enemigos.

El mismo Ábalos que, por si el intento contra Calvo no fructifica, se esta trabajando también el ministerio de Defensa, arrebatándoselo a Margarita Robles. Un departamento que tiene incluida la apetitosa guinda del CNI. ¡Lo que podría hacer el todavía ministro de transportes, y secretario de Organización del PSOE, controlando el servicio de inteligencia!

Dos ministros de Podemos no se pueden ni ver, aunque, como casi todas las tormentas que estamos citando, apenas trascienda a los medios. Yolanda Díaz y Alberto Garzón no se tragan. Es que ni se dirigen la palabras.

 

Aunque, en este duelo, tiene todas las perder un ineficaz y anodino ministro de Consumo, que ha desperdiciado de mala manera la oportunidad de su vida, la que le dio Pedro Sánchez cuando, por indicación expresa de Pablo Iglesias, le incluyó en el Ejecutivo.

A ese mismo ámbito ideológico corresponde los celos que siente Irene Montero por la susodicha Yolanda Díaz, que le ha robado el plato de la primogenitura, es decir, del liderazgo de grupo dentro del Gobierno. Se trata de aquella Irene Montero que forzó el nombre de Unidas Podemos, pero que se está quedando fuera incluso en el propio partido morado.

No son muy conocidas, ni por tanto divulgadas, las ocultas ambiciones del ministro de Seguridad Social (su departamento incluye otros nombres, pero este parece el más indicado), José Luis Escrivá. No se ha contado que su ambición es hacerse con la manija de la economía, sustituyendo a Nadia Calviño. Y, por cierto, condiciones y preparación no le faltan.

La misma Calviño que ha protagonizado roces con el propio Escrivá, con Yolanda Díaz, y, lo que es peor, con sus propios equipos, que le han ido abandonando porque no aguantan a su lado.

Aparecen luego los aspirantes. Como es el caso de Félix Bolaños, secretario general de la Presidencia del Gobierno, el hombre que organizó la exhumación de Franco y que ha pilotado en Moncloa los indultos a los independentistas catalanes.

Bolaños es persona de la máxima confianza de Pedro Sánchez, y algunos lo colocan en el ministerio de Justicia, donde se da por amortizado a un irrelevante Juan Carlos Campo, que, encima, se alineó con Irene Montero en la votación de la ley trans.

Porque hay que hablar de los “salientes”. Además de los ya mencionados, en la lista aparecen una muy prescindible ministra de Asuntos Exteriores, Arantxa González Laya, y también el titular de Interior, Fernando Grande Marlaska, castigado por su errática política dentro del ministerio y por sus filias y fobias, una de ellas la mismísima Guardia Civil.

Hay quien sitúa en Interior a Margarita Robles, si finalmente Ábalos se hace con Defensa.

Como hay que reducir carteras, el astronauta Pedro Duque tiene muchos números para dejar su cargo en el ministerio de Ciencia, donde ha pasado absolutamente desapercibido. Es un viejo aspirante a dirigir la Agencia Espacial Europea.

También aparece en la candidatura de cesantes la titular de Industria, Reyes Maroto. En cuanto a Carolina Darias, no ha demostrado nada como ministra, sino todo lo contrario, pero puede salvarle el dato de que apenas lleva seis meses en el cargo. Y también está amortizada Isabel Celaá.

Es seguro que Podemos perderá una plaza en el Gabinete, y la candidatura fija de Alberto Garzón podría salvar al ministro más caótico de este Gobierno, el titular de Universidades, Manuel Castells, del que, encima, dicen que le cae bien al presidente por sus bromas y ocurrencias, que por lo visto animan los Consejos de Ministros. No parece mal oficio para un ministro.

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