José Apezarena

Putin no sabe lo que le espera

Carga de material para Ucrania en un A400M del Ejército del Aire (Foto: Ministerio de Defensa).
Carga de material para Ucrania en un A400M del Ejército del Aire (Foto: Ministerio de Defensa).

Putin no sabe lo que le espera”. La frase de Joe Biden en el Congreso de los Estados Unidos se está convirtiendo en profética

A los doce días desde que Putin ordenó a sus tropas invadir Ucrania, el Gobierno de Kiev resiste, las fuerzas locales siguen combatiendo a pesar de su evidente inferioridad, y el país no se ha rendido, aunque cada día que transcurre las penalidades son mayores, singularmente para la población civil.

A los doce días de lo que podía haber sido una marcha triunfal, a Putin le están fallando muchas cosas. Demasiadas.

Se ha encontrado con una cerrada oposición internacional, que seguramente no imaginó. Clamoroso es lo ocurrido en la Asamblea General de la ONU, que aprobó una resolución condenando la invasión rusa de Ucrania por una amplia mayoría.

El documento, deplorando la agresión y pidiendo a Moscú la retirada inmediata, recibió el apoyo de 141 de los 193 países que integran la organización. Tuvo 35 abstenciones, entre ellas las de Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua (Venezuela se ausentó), y solo hubo cinco votos en contra (o sea, a favor de Putin): Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea.

Le esta saliendo mal el cierre de filas que se ha producido en Europa. Una Unión Europea hasta ahora tibia y desmotivada, dividida, que ahora se ha mostrado, dispuesta a enfrentarse al poder ruso si sobrepasa cualquier de sus fronteras. Incluyendo el hecho inédito de que Suiza ha abandonado por vez primera la neutralidad y ha condenado a Moscú, y de que dos países en principio pacíficos, o pacifistas, como Finlandia y Suecia se han planteado solicitar la entrada en la OTAN.

La aventura ucraniana ha provocado un efecto que nunca deseó Putin: el fortalecimiento de la Alianza Atlántica y la demostración práctica de su necesidad.

Putin no contaba tampoco con la personalidad y habilidad táctica del presidente Zelenski, convertido en héroe mundial, que está consiguiendo sobrevivir a las conspiraciones contra él montadas por Putin utilizando por ejemplo mercenarios chechenos.

Todos los días aparece en las pantallas de los cinco continentes. Lo consigue, entre otros medios, porque Estados Unidos le ha dotado de un teléfono satélite desde el que puede establecer cualquier comunicación sin que la tecnología rusa sea capaz de localizar desde dónde habla, dónde se encuentra.

 

A Putin (a sus cálculos) le está fallando la resistencia de los ucranianos, incluyendo fenómenos como el regreso de quienes se encontraban fuera, con el objetivo de combatir, a pesar de conocer que se trata de un duelo desigual. Y están llegando los suministros de armas procedentes de las naciones de Europa.

Le está dando dolor de cabeza la resistencia civil. Que los ciudadanos se entrenen en el uso de las armas, y que se dediquen a fabricar elementales cócteles molotov, dispuestos a utilizarlos, a sabiendas de que se trata de artefactos de escasa efectividad contra fuerzas regulares y dotadas de blindados. Son muchos los civiles decididos a organizar una guerra de guerrillas casa por casa en la capital.

Cuando se apoderó de Crimea, aquel episodio apenas tuvo repercusión en el resto del mundo. Putin no pagó ningún precio. No es lo que está ocurriendo ahora. La crisis de Ucrania, con la visualización de la destrucción y el sufrimiento que esta causando la entrada de tropas rusas, lo presencia el mundo entero, que reacciona en contra con práctica unanimidad.

Putin debe tener cuidado con ese fenómeno nuevo: la existencia de una verdadera opinión pública mundial, creada en los cinco continentes porque son testigos de lo que ocurre en Ucrania gracias a las televisiones y las redes sociales. Un estado de opinión mundial que ya está castigando todo lo ruso, en cualquier sector.

Se ha topado también con oposición interna dentro de Rusia y con manifestaciones en las calles, que le han obligado a desplegar la policía y a efectuar millares de detenciones.

Se ha encontrado con que miles de soldados rusos están muriendo en tierras ucranianas. Moscú admitió por primera vez bajas en sus filas: medio millar de militares muertos en los combates, que dejan también 1.600 heridos. Si esos son sus números, facilitados en los primeros días, hay que deducir que las cifras hoy son cuatro o cinco veces superiores. Ucrania habla de más de once mil soldados rusos muertos.

Y puede ocurrir que se descubra que su ejército no es tan efectivo como decía la propaganda, que está mal entrenado y, sobre todo, mal dotado. Rusia ha demostrado que tiene cohetes y misiles, pero las guerras han de culminarse mediante la ocupación del terreno, y eso no acaba de producirse. Hay informaciones que hablan de vehículos averiados por demasiado antiguos, de comunicaciones mediante walkies talkies infantiles...

El Kremlin reconoce que la economía rusa "está bajo una gran presión" por las sanciones internacionales y ha agitado el fantasma de la guerra nuclear.  El ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, dijo que la única alternativa a las sanciones es una tercera guerra mundial y que sería "una guerra nuclear devastadora".

Poner sobre la mesa la baza nuclear ha sido un grave error de cálculo, porque esa opción se ha convertido en una amenaza a todos, a la humanidad en su conjunto, lo que descarta aún más cualquier vía de apoyo a la aventura belicista emprendida.

Estados Unidos y los 27 han apuntado directamente contra la guardia pretoriana de Vladimir Putin, el grupo de magnates enriquecidos con las privatizaciones de las empresas estatales, un grupo de personas próximas a Putin que incluye también a miembros de su Gobierno.

Algunos analistas han llegado a apuntar que este conflicto, la invasión, no terminará mientras Putin siga al frente de Rusia. Y eso se convierte en una mala perspectiva para él mismo. Hasta se ha dicho que algún millonario ruso estaría dispuesto a pagar millones a quien le detenga o le haga desaparecer, una hipótesis, por otro lado, bastante cuestionable.

Está claro que Putin no sabía, no tenía ni idea, de los que le esperaba montando esa agresión imperialista.

editor@elconfidencialdigital.com

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