José Apezarena

Refundar el PP, sí o no

Pablo Casado y María Dolores de Cospedal.
Pablo Casado y María Dolores de Cospedal.

Aparte de quienes, de forma interesada, han sugerido la posibilidad de ilegalizar el Partido Popular por los últimos escándalo, cada vez con más frecuencia escucho el comentario de que el PP tendría que caminar hacia una refundación, incluyendo cambio de nombre.

El argumento común es que los últimos coletazos judiciales, con la investigación iniciada por la llamada “operación Kitchen", que va a conducir a procesamientos al más alto nivel, apuntando a la ex secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, y al mismísimo Mariano Rajoy, son la gota que colma el vaso. Demasiados pozos negros.

Además de los desastres que se esconden detrás de nombres como “Gürtel”, “Nóos”, “Palma Arena”, “Lezo” “Brugal”, “Púnica”, “Papeles de Bárcenas”…, a esas personas añadir ahora ese nuevo escándalo les parece ya demasiado.

Creen que el peso de basura acumulada resulta excesivo, imposible de superar, y que ello obligaría -recomiendan- a una refundación, enterrando el nombre, la historia y el recuerdo de unos cientos de indignos dirigentes del pasado, para empezar de cero.

Esa sugerencia ha llegado a oídos de Pablo Casado, que por supuesto lo ha considerado. Es lógico.

Desde mi punto de vista, la refundación no es inevitable, ni tal vez aconsejable.

A pesar de los desgastes, el nombre, Partido Popular, tiene calado y fuerza. Y también futuro. Y los destrozos causados por la corrupción no son irremediables. Al contrario. La historia reciente lo demuestra.

A Mariano Rajoy se le acusó, con razón, de no haber puesto los medios para cortar de raíz cualquier vestigio de irregularidades y de corrupción. Su pasividad, el ponerse de perfil, el mirar a otro lado, la excesiva prudencia (cuando no cobardía) para expulsar a las manzanas podridas… han sido en gran medida origen de la actual situación.

Pablo Casado no debería caer en el mismo error. Tendría que erradicar cualquier vestigio de complicidad, por pequeño que parezca, sin que baste decir que él pasaba por ahí y que no se enteró. Y asumir en su caso las consecuencias del pasado, pidiendo perdón y comprometiéndose a que nunca más volverá a ocurrir.

 

Como ha dicho al alcalde de Madrid, y ahora portavoz nacional, José Luis Martínez-Almeida, sobre el espionaje a Bárcenas, “el partido no puede no asumir lo ocurrido”.

Otras organizaciones se han visto corroídas por casos de corrupción y sin embargo han salido adelante. Ahí están la UGT (PSV, EREs en Andalucía, Bankia, secretario del SOMA-UGT…) y el PSOE, un partido que fue condenado por financiación ilegal, manchado por el caso Gal, ahora por los EREs de Andalucía (con dos de sus ex presidentes condenados a prisión)…

El PSOE de Pedro Sánchez, el que gobierna en España, el que está ganando las últimas elecciones (sin mayorías suficientes, pero ganando), es el mismo que se vio acosado por multitud de casos de corrupción.

Algunos de esos nombres siguen vivos, como Filesa, Urralburu, Mercasevilla, Guerra, Eivissa y tantos otros. Por muchos de ellos lo pagó caro en las urnas. Por todos hizo penitencia. Pero las siglas siguen ahí, y ahora gobernando.

No es el nombre lo que va a impedir recuperar implantación y votos, y volver a gobernar. Es lo que se haga ahora y cómo se reaccione, qué medidas se tomen, lo que condicionará que ese momento llegue antes o después.

El Partido Popular, igual que el PSOE, forma parte de la historia reciente del país, al que ha prestado, y presta, notables servicios. Y puede seguir haciéndolo.

¿Refundar? No tendría por qué hacer falta, si ahora las cosas se hacen bien, con cabeza y con valentía. Si no…

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