José Apezarena

Una revisión pendiente: el comunismo

Francia aprovechó la llegada del año 1998, y por tanto el segundo centenario de su Revolución, para iniciar una lenta pero firme revisión de los clichés y mitos acuñados hasta entonces, en la línea de ir reconociendo los tremendos errores que se cometieron a partir del emblemático 1798.

Como consecuencia de ese cambio, se han ido editando estudios históricos y se han publicado análisis y reflexiones que contienen verdades que hasta muy poco antes eran consideradas auténticos sacrilegios ideológicos y falta de patriotismo, cuando no alta traición.

Porque durante aquellos acontecimientos de hace dos siglos, tan decisivos que han marcado la historia de la civilización occidental, hubo también miseria, venganza, persecución, sectarismo y delitos de lesa humanidad, que sin embargo habían sido tratados con sordina, silencio y ocultación. Poco a poco, sin embargo, la verdad se va imponiendo. Algo que es de agradecer. No hay que temer a la verdad.

¿A qué vienen estas reflexiones? Pues a que, como he dejado sugerido en estas mismas páginas, he aprovechado varios días de agosto para un viaje al corazón de la Europa del Este, sobre todo a conocer con cierto detalle Croacia, además de visitar Eslovenia, dos naciones que hasta mediados de los años 90 se encontraron tras el llamado Telón de Acero. Además de que he podido también escuchar a algunos polacos. A esos tres países, y a los restantes del Este, les une una dramática circunstancia: que han vivido aplastados por el yugo comunista. Si aquello podía llamarse vivir.

Las historias que relatan, sobre los sucesos que padecieron tras el final de la segunda guerra mundial por la implantación de regímenes comunistas, son estremecedores. Cierto que, más o menos, todos tenemos alguna idea de la barbarie que se practicó por esos regímenes; pero no es lo mismo escucharlo en directo, de boca de quienes las sufrieron con toda crudeza. Personas reales, que existen, que conservan recuerdos muy vivos.

De todo eso apenas se habla o escribe a nivel histórico, intelectual y teórico. Y es que, igual que ocurrió con la Revolución Francesa, falta una sincera revisión de lo que el comunismo ha representado para la humanidad. Quiero decir los regímenes comunistas.

Las clases políticas de casi todos los países, pero sobre todo la intelectualidad, no ha afrontado todavía ese revisionismo. Ni existen visos de que vayan a intentarlo.

No se trata de ser exhaustivos, pero ahí están las atrocidades del estalinismo, con el exterminio de razas y de pueblos enteros; la opresión que fueron sometidas durante décadas las naciones del Este de Europa; los crímenes del régimen camboyano de Pol Pot.

Millones y millones de personas han muerto bajo el yugo de la hoz y el martillo, y otros muchos millones han llorado amargamente, además de haber penado también en lo económico. Sin olvidar, por supuesto, las dictaduras que todavía, en pleno siglo XXI, se ejercen en China, en Cuba, en Corea del Norte…

 

No existe nación dominada por el comunismo donde no hayan padecido opresión, muerte y miseria, en proporciones cósmicas.

De esto, como digo, apenas se habla. No se han ajustado todavía las cuentas históricas e ideológicas sobre el comunismo. Como sí se ha hecho, afortunadamente, con otros fenómenos dramáticos como por ejemplo con el nazismo, el fascismo, etc.

En parte hay que atribuir esta situación a que, como es sabido, la historia la escriben los vencedores. Y el comunismo apareció como uno de los ganadores en la segunda guerra mundial. Lo aprovechó muy bien Rusia, merced a la ceguera, la cobardía y la inhibición de los gobiernos occidentales, y muy caro lo han pagado naciones como las que ha citado, Eslovenia, Croacia, Polonia, etc.

El manto de silencio y de olvido tiene que ver también con el hecho, demostrable, de que gran parte de quienes, por honradez intelectual, estarían obligados a iniciar la revisión, resulta que fueron comunistas, o transitaron personalmente por los andurriales del comunismo. Me refiero, por supuesto, al mundo intelectual, artístico, sociológico y hasta científico, pero también a los ámbitos políticos.

Uno de los polacos con el que he podido cambiar impresiones estos días aportaba un reflexión suya: nazismo y comunismo son, sin duda, aberraciones. Pero el nazismo se caracterizó por masacrar a grupos y personas ajenas, de otras naciones y razas, mientras que el comunismo aherroja, arrasa y acaba con las vidas de los ciudadanos del país propio.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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