José Apezarena

El rey Juan Carlos, los jueces y el botín de los piratas

El rey Juan Carlos.
El rey Juan Carlos.

La abrupta salida de don Juan Carlos de España, empujado por quienes ya le han condenado sin respetar la presunción de inocencia y sin esperar a escuchar la voz de la justicia, podría provocar quizá un inesperado y sorprendente movimiento de recuperación y reivindicación de su figura y papel, como respuesta al mal trato que le están dando.

Por cierto, que, a propósito de la voz de la justicia, no puedo ocultar mi malestar y protesta por dos sucesos recientes, que, aunque se suponga que son solo malas prácticas individuales y nada más, ponen en jaque la fiabilidad de nuestro sistema legal.

Me refiero a la exoneración del que fuera presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, de cualquier delito a propósito del tristemente famoso ático de Marbella, por el que ha permanecido varios años socialmente acusado y mediáticamente condenado, hasta que el juez ha concluido que no había causa.

Y algo semejante ha ocurrido con el que fuera presidente del Barcelona, Sandro Rosell, que ha permanecido dos años en prisión por unas acusaciones que se han demostrado sin fundamento. ¡Dos años en la cárcel!

A ese respecto, pregunto: ¿No hay nada que reclamar, que exigir, incluso que castigar, a los profesionales de la justicia (los jueces) que han intervenido desde el inicio en esos dos desaguisados?

Pero vuelvo al asunto de la salida del rey emérito. No descarto, como digo, que se suscite un movimiento popular de simpatía hacia su figura, a partir de la siguiente elemental pregunta: ¿Por qué han tenido que obligarle a salir de España, si todavía se trata de asuntos pendientes de aclarar de modo definitivo? Se le ha maltratado.

Y ahí está la carta de setenta ex ministros y ex altos cargo, del PSOE y del PP, en defensa del papel decisivo desempeñado por don Juan Carlos en la consecución de las metas políticas y económicas que han llevado a España a la ventajosa situación que tiene. Un documento que ha superado las doscientas firmas y ha sido remitido a La Zarzuela,

Detrás de esa movida, la ‘expulsión’ de don Juan Carlos, se ocultan dos aviesas intenciones, como por otro lado resulta bastante evidente. Una, la fijación de Pablo Iglesias y Podemos con la monarquía, que tiene detrás la derrota en la guerra civil, y un propósito de revancha que pretende ganar ahora lo que perdieron hace… ¡ochenta años! Mayor locura no puede caber.

Y, al lado, en complicidad: la actitud de un presidente del Gobierno que consiente a sus socios que se ceben con el hueso que les ha lanzado, para que eso les tenga distraídos de otras maniobras más delicadas que puedan poner en riesgo la actual mayoría parlamentaria y gubernamental.

 

Estamos hablando de trucos, de mentiras y de piratas. Y me atrevo a recoger unas palabras del gran Miguel de Cervantes que bien podrían servir para describir la situación actual.

“Querido Sancho: Compruebo con pesar, como los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo reparten entre piratas”.

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