José Apezarena

Rezar en tiempos de coronavirus

Militares desplegados contra el coronavirus.
Militares desplegados contra el coronavirus.

Más de una vez, ante una situación desesperada, irreversible, no pocas personas concluyen: “Solo nos queda rezar”.

En el caso del drama del coronavirus, nos quedaban, como se ha demostrado (y nos quedan aún) muchas cosas que hacer. Y se han hecho. Con enorme sacrificio y generosidad por parte de tantas personas, sanitarios, militares, policías, suministradores, transportistas, cajeras de supermercados… sin olvidar a padres y madres de familia confinados con los hijos en sus casas.

Pero es cierto que, a lo largo de toda esta tragedia, en no pocos casos, dada la impotencia  y la magnitud del desafío, la única respuesta que surgía era rezar. Incluso por parte de quienes dicen no tener ninguna fe.

Es, sin duda, una salida algo más adecuada que lo que acaba de contarse de Estados Unidos, donde dos médicos se han suicidado porque no eran capaces de soportar ver las consecuencias terribles del coronavirus en tan alto número de personas.

Aquí, entre nosotros, cada vez que nos llegaba la noticia de que un pariente, un amigo, un colega, un conocido, había sido alcanzado por el virus, la inquietud inmediata era preguntarse: cuál es la gravedad, cuál será el desenlace… que en no pocos casos fue la muerte. Por eso, algunos empezaban a rezar en cuanto les llegaba una de esas novedades.

Y lo mismo ocurría al conocer la situación de miles de afectados sin poder ser acogidos en las UCI, sin respiradores para todos, las noticias de tantos muertos en soledad, tirados en una cama, y a veces caídos en el pasillo del hospital, como de hecho ha ocurrido, aunque ahora no queramos recordarlo. Esas imágenes las hemos visto. Lo de los enfermos tirados en el suelo ha ocurrido en esta España nuestra tan avanzada.

A muchos de ellos solo les quedó rezar. Y en tantos casos les ayudaron quienes pudieron acompañarles, como hicieron nuestros militares, y así lo destacó Margarita Robles, ministra de Defensa, agradeciendo ese concreto papel de los integrantes de las fuerzas armadas.

Igualmente, muchos pudieron recibir la ayuda de sacerdotes voluntarios, que se han presentado en clínicas, hospitales de campaña, residencias… y que han realizado una labor impresionante, aunque poco conocida y reconocida.

Me cuentan que en muchas iglesias y capillas, por toda España, se está oficiando, en esta temporada, una misa muy poco conocida hasta ahora. Se llama “Misa en tiempo de pandemia”, de la que, lo admito, desconocía su existencia

 

Me ha entrado curiosidad y he buscado esa misa tan peculiar. Y me ha sorprendido encontrar en ella esta oración, que reproduzco:

“Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción. Concede descanso eterno a los que han muerto, consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor glorificando juntos tu santo nombre”.

¿Qué más se puede pedir a Dios? Y, dado su certero contenido, en todos los aspectos, dan ganas de repetirla en más de una ocasión. Porque todavía nos queda trecho que recorrer.

Siguen produciéndose miles de contagios y cientos de muertos cada día. Esto no ha acabado, ni mucho menos.

editor@elconfidencialdigital.com

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