José Apezarena

Sahara un grave error y cuatro traiciones

El eurodiputado de Podemos Miguel Urban, en una manifestación a favor del pueblo saharaui

Confieso que he estado a punto de titular esta pieza así: “¡Sánchez, qué haces!”. Al final, ha optado por un enfoque un poco más académico.

España ha abandonado la postura sobre el Sahara que, como país, había mantenido durante 46 años, y ha decidido apoyar la posición marroquí de incorporar dicho territorio mediante un llamado “plan de autonomía”. O sea, anexionar el Sahara a Marruecos. Sin consultar a los saharauis, sin referéndum de autodeterminación como marcaban las resoluciones de Naciones Unidas, esas que España ha venido apoyando durante todos estos años.

Y nos hemos enterado, no por un anuncio de nuestro Gobierno, ni por una comparecencia del presidente Sánchez, o cuando menos del ministro de Exteriores. Lo hemos sabido, los españoles, por una carta de Rabat. Un proceder que bien podría considerarse tercermundismo informativo y democrático. Además de una enorme falta de respeto hacia los españoles.

Moncloa no ha facilitado la carta enviada por Sánchez, por lo que se desconoce por ahora su contenido íntegro y cuándo estaba fechada.

No nos encontramos ante un asunto menor. Para que nos entendamos: el destino del Sahara tiene que ver, directamente, con el futuro de Ceuta, de Melilla y de Canarias.

Por eso, la decisión es, para muchos, un grave error político. Que Marruecos tuviera pendiente la cuestión del Sahara resultaba más que conveniente para los intereses españoles. ¿Motivo? Pues que, mientras Rabat estuviera centrado en solventar su principal asunto de soberanía, o sea los territorios saharauis, no tendría tiempo ni ganas de fijarse demasiado en Ceuta y Melilla.

Un análisis muy conocido habla de piezas de dominó encadenadas: Sahara, Ceuta y Melilla, y después... Canarias. Tal cual. Y en las islas ya han empezado a reaccionar.

Para una cuestión tan trascendental, que afecta gravemente al futuro de España, no ha habido ni debate, ni consulta a la oposición, ni valoración concertada de la trascendencia de este paso.

¿Quién ha asesorado a Sánchez, en asunto tan delicado? ¿El ministro Albares, que no tiene entre los diplomáticos españoles el menor prestigio? ¿Ha preguntado a alguien?

 

Le salva, por ahora, que este país traga todo. Porque, ¿qué reacción ha habido en la opinión pública? Ninguna. ¿Y en la publicada? Muy escasa.

Culmina así una larga historia de traiciones. Cuando era territorio de administración española, desde aquí se buscó tratar a los saharauis con deferencia. Tanto, que llegaron a ser considerados unas provincias más. Y sus representantes tuvieron asiento en las Cortes, donde aún se recuerda su presencia envueltos en manto y chilaba.

Sin embargo, cuando el régimen empezó a sentirse débil, los habitantes de aquellos territorios se levantaron contra España, incluyendo acciones violentas, terrorismo. Se dice que animados por Marruecos, sus ahora enemigos. Primera traición, pues: de los saharauis a España.

Vista la situación, se decidió abandonar aquellas tierras, recurriendo a una discutible retirada militar que dejó a los saharauis abandonados a su suerte. Según ellos, una traición. La segunda.

Ahora acaba de escenificarse la tercera traición. De España (Pedro Sánchez) a los habitantes del Sahara.

¿Y la cuarta? La que un día, y sin tardar demasiado, protagonizará Marruecos cuando, una vez resuelto el objetivo del Sahara, ponga en marcha la reivindicación de las dos ciudades españolas en el Norte de África. Si Pedro Sánchez ha creído que lo firmado ahora garantiza algo el futuro, está muy equivocado. No sabe con quién se está enfrentando. Ya nos la jugó Hassan II con la Marcha Verde, y también nos la jugará su hijo, Mohamed VI, el que nos ‘mandó’ miles de jóvenes marroquíes por El Tarajal.

Leo en un análisis. “Este Gobierno que se autodenomina progresista, formado por partidos que peregrinaban a Tinduf para hacerse fotos con los saharauis y poblaban todo tipo de asociaciones de solidaria amistad con estos, entierra las resoluciones de la ONU y las misiones de la organización en el territorio, se desentiende de las responsabilidades de nuestro país como potencia colonizadora y renuncia a ser una parte activa en la búsqueda de una solución, además de abrir una previsible crisis con Argelia en un momento en el que conviene cuidar a los productores de gas alternativos a Rusia”.

“Pensar que las buenas relaciones con Marruecos, cuya importancia para España está fuera de duda, exigen asumir la posición de Rabat sobre el Sáhara es asumir, a la vez, una derrota política y diplomática de grandes proporciones. Atribuir a esta decisión del Gobierno español el efecto de cerrar la crisis que abrió hace diez meses con la entrada masiva de ciudadanos marroquíes en Melilla, es rehabilitar la estrategia de presión ilegítima ejercida por Rabat. Presentar este vuelco diplomático como una concesión necesaria para que Marruecos tapone la presión migratoria sobre nuestro país, revela una vulnerabilidad en el Gobierno que España no merece”.

Tal como se apunta, y por si faltara algo, añado yo que hemos ofendido a Argelia, que ha decidido llamar a consultas a su embajador. El Ministerio de Exteriores argelino se mostró "muy sorprendido" por el anuncio, diciendo que no habían sido avisados por España. Desde nuestro Gobierno se respondió que sí lo notificaron, pero "con poca antelación".

Un viejo amigo mío, comenta: “Un éxito total de la diplomacia española: ahora ya no tenemos embajador en España ni de Marruecos ni de Argelia. Los argelinos han cortado el gasoducto de gas argelino vía Marruecos. Ahora podemos conseguir que también nos corten el que llega directamente de Argelia”.

Ahora que faltan proveedores de gas en el mercado internacional -añade-, nos enemistamos con los argelinos, nuestro mejor y gran proveedor, en un momento en el que van a tener cola de demandantes que quieran adquirir el que los argelinos decidan no vendernos a nosotros, y además en el mejor momento para que ese posible cambio de clientes no suponga para Argelia ninguna pérdida de rentabilidad.

El mejor resumen de lo ocurrido tiene la firma de un ex ministro de Asuntos Exteriores. Juan Manuel García Margallo ha escrito en su Twitter: “Sánchez tomó la decisión del Sáhara sin contar con el PP, sin debatirla en Cortes y sin contar siquiera con el Consejo de Ministros. Ni Franco llegó tan lejos. Ni Sánchez soporta más democracia, ni la democracia soporta más Sánchez”.

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