José Apezarena

Sánchez asusta a España

Pedro Sánchez se soltó la melena el domingo, en la rueda de prensa donde anunció la aprobación del estado de alarma en España, diciendo que se proponía mantenerlo durante seis meses.

De entrada, la noticia acongojó a gran parte de la ciudadanía, ante la perspectiva de unas medidas excepcionales que superaban la Navidad y llegaban hasta la semana santa. ¡Ahí es nada!

Luego nos hemos enterado, por boca de Carmen Calvo, que fue una propuesta a bulto, que dijo seis meses como podía haber dicho seis años. Es una confesión de la vicepresidenta. Lo cual no coincide con la afirmación del propio número uno de que ese plazo concreto se basaba en la opinión de los expertos.

Sobre esto último, a lo mejor es que Pedro Sánchez vuelve a mentirnos otra vez, en la línea de las trolas tantas veces relatadas: proclama inicial diciendo que no eran necesarias mascarillas (se lanzó porque entonces no había existencias), manipulada cifra de fallecidos que maneja el Gobierno (treinta mil menos de lo que estiman otras instancias), rastreadores (que ni están ni se les espera), comité de expertos para organizar la desescalada (nunca existió ese comité), situación de la pandemia controlada que se anunció a principios de verano… Demasiados engaños encadenados.

Pero, apuntando a seis meses, Sánchez perseguía dos cosas. Una buena y una no tan mala.

La buena, que, con ese tipo de mensajes tremendistas, contribuye a que la población se asuste, y haga así algo más de caso a los consejos, medidas y prohibiciones dirigidas a cortar unos contagios que se han disparado. Atemoricemos a la población, que eso siempre vendrá bien.

De hecho, al día siguiente del anuncio de los seis meses, se vieron menos coches en las calles, y se comprobó que mucha más gente se quedaba en casa.

En el fondo, es lo mismo que suele aplicar la Dirección General de Trafico cuando le urge bajar cifras de siniestralidad en las carreteras: pone en marcha campañas intensivas y tremebundas, con mucha sangre y mucho dramatismo. Y, por lo visto, funcionan.

Por cierto, ¿por qué no hace ahora el Gobierno lo mismo que la DGT, explicando una y otra vez las precauciones que hemos de vivir, y los daños que se causan cuando no las observamos? Se echan en falta campañas nacionales intensas, continuadas y rotundas, que lleguen a un amplio porcentaje de la ciudadanía y les convenza.

 

No veo iniciativas estatales de divulgación en ese sentido. Por ejemplo, insistir sin descanso a la gente joven diciéndoles sobre el contagio: quizá a ti no te va a pasar nada, pero estás dañando a todos los demás, incluida tu familia y, sobre todo, tus abuelos.

El Gobierno se ha sacudido el problema de la pandemia y lo ha pasado a las comunidades autónomas, para que sean ellas las que se mojen, las que decidan y se arriesguen.

Puedo entender que en Moncloa exista un cierto enfado con ellas, por las disputas del pasado sobre el coronavirus, pero lo que ahora está en juego no son cuestiones de honrilla, sino salud y vidas, además de un derrumbe económico como nunca habíamos conocido. Y en eso el Gobierno está concernido. Más aún: debería moverse en la primera fila, y no en la retaguardia.

Sin embargo, Sánchez está dispuesto a no quemarse. Por eso, por ejemplo, no defenderá él el nuevo estado de alarma, sino el ministro Illa.

Decía que Pedro Sánchez pretendió una cosa buena y una menos mala. La menos mala, manejar a sus rivales políticos para que la autoricen un periodo largo de estado de alarma, desde luego, superior a los tradicionales quince días, dándoles la salida política de oponerse a los seis meses y con ello dejarlo en menos. Les va a regalar una aparente victoria política, pero logrará su objetivo de pasar del medio mes al mes, a los dos meses...

El PP ya ha anunciado que está dispuesto a votar cuatro semanas y no más. Pero ya solo con eso, el presidente habrá conseguido una excepcionalidad que dure el doble de las anteriores. Buena jugada. 

Desde luego, a quien no desea incomodar de ninguna manera Pedro Sánchez es a sus socios parlamentarios. Le va mucho en ello. Hasta el punto de haber lanzado la recomendación de que no se hable de “toque de queda”, porque es expresión que por lo visto produce rechinar de dientes a ERC y PNV.

Sánchez ha asustado a España con los seis meses de estado de alarma. El problema es que este país se encuentra ya suficientemente acongojado. La pandemia está provocando que a muchos se les vaya acabando el ánimo, la capacidad de resistir y hasta la esperanza.

¡Maldito Covid-19! ¡Y maldito lo que nos queda todavía!

editor@elconfidencialdigital.com

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