José Apezarena

Sánchez busca confundir

Pedro Sánchez en sesión de control en el Congreso de los Diputados
Pedro Sánchez en sesión de control en el Congreso de los Diputados

Tenía hace años un divertido y ocurrente amigo que, siempre que se proponía un brindis, él alzaba la copa y, con tintes históricos y hasta patrióticos, proclamaba: “Por la confusión del turco”.

Se refería, lógicamente a aquel imperio oriental que estuvo a punto de apoderarse de Europa, y contra el que tanto, y tan decisivamente, luchó España.

Se ve que, en opinión de mi amigo, confundir a alguien constituye la más tremenda maldición.

Leí hace unas semanas un artículo titulado “Los trucos de Moncloa para sobrevivir a la pandemia” que me resultó esclarecedor, y que sigue siendo de plena actualidad.

Lo firmaba César Calderón, experto en comunicación política, con una dilatada trayectoria dirigiendo campañas electorales en España y Latinoamérica.

Contó que se atribuía al presidente norteamericano Harry Truman, un superviviente nato pero que no era precisamente un prodigio de virtudes éticas, ser autor de “una de las frases más terribles y no por ello menos bellas sobre la comunicación política y gubernamental”. La frase dice así: "Si no puedes convencerlos, confúndelos".

Explicaba César Calderón que, vista la gestión política y comunicacional de la crisis del Covid-19, no es aventurado afirmar que el Gobierno, “asustado por su falta de previsión en el origen de la pandemia, por el implacable número de cadáveres diarios,  por habernos convertido en el país del mundo con mayor porcentaje de fallecidos y sobre todo por el cabreo creciente de la ciudadanía española”, había decidido pasar a la segunda parte de la frase de Truman, la de confundir, sin intentar la primera, convencer, “mucho más engorrosa y desagradecida”.

Y para ese objetivo, para generar confusión ha usado “herramientas más propias de ilusionistas que de gobernantes”. Pasa a continuación detallar algunos de sus trucos.

Uno de ellos, el Efecto Bandwagon, un conocido sesgo cognitivo también llamado "efecto arrastre", por el que los humanos aceptamos automáticamente que, cuando un grupo grande de personas piensan o se comportan de determinada forma, esa es la forma correcta de pensar y actuar, y nos sumamos a la manada de forma gregaria y acrítica.

 

Se puede resumir en una frase escuchada, e incluso  repetida por nosotros mismos: "La oposición lo que debe hacer es callarse y apoyar al gobierno hasta que pase la crisis".

Como resultado del efecto arrastre, el Gobierno ha maniatado a la oposición, impidiendo que cumpla su función constitucional so pena de ser acusados de crímenes de lesa democracia.

Otro ejemplo. La frase "Este virus lo paramos unidos", que figura en la campaña institucional del Gobierno, repetida hasta la saciedad, según la cual no hay otra forma de parar el virus que no sea sumándonos “no solo a las instrucciones sanitarias del Gobierno, sino incluso a su visión política y económica de la crisis”.

“Solo así –escribe Calderón- podremos ser incluidos en el lado del bien, la luz y la verdad, en el panteón de los héroes de los balcones evitando además caer en traición. Porque (y esto es fundamental) quien critique al Gobierno nos critica a todos”.

Cualquiera que no se una al Gobierno (no al Estado) “se convierte en extraño, en sospechoso, en alienado. Y como todo alienado debe ser duramente reconvenido por la vanguardia del pueblo”.

Las palabras son importantes, escribe Calderón. Son los sillares con los que está construida nuestra democracia. Con ellas se pueden entronizar reyes y también destruir imperios. Por eso, Moncloa ha creado su propio vocabulario para difuminar las palabras habituales en una situación de crisis como la que padecemos.

Así, el parón de la economía se convirtió en "hibernación", los espacios de reclusión de enfermos asintomáticos en "arcas de Noé", y el número de fallecidos en "la curva".

Hay más trucos, como ocupar los informativos con la imagen del presidente sin límite de tiempo, manejar los datos oficiales, atacar a las CCAA para evadir las responsabilidades propias, ofrecer un "pacto de estado" con una mano mientras con la otra se atiza a la oposición

Hasta aquí la artículo que firmó en Publico, donde llevaba colaborando más de un año. Se hizo viral, molestó a algunos miembros del Gobierno… A los dos días, Calderón salió del digital de Jaume Roures.

Dice la Real Academia que confundir es: mezclar cosas diversas de manera que no puedan reconocerse o distinguirse,  desconcertar a alguien, equivocar, dejar a alguien sin capacidad de respuesta, humillar, abatir, avergonzar.

Es lo que se han propuesto Moncloa y Pedro Sánchez. Y parece que lo están consiguiendo.

editor@elconfidencialdigital.com

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