José Apezarena

Sánchez y los hombres que no aman al Parlamento

Pedro Sánchez, en el pleno del Congreso
Pedro Sánchez, en el pleno del Congreso

“Los hombres que no amaban a las mujeres”, es el titulo de la novela que inicia la trilogía Millenium, del periodista sueco Stieg Larsson, que tanto éxito tuvo en las librerías y luego en la versión cinematográfica.

Aunque en realidad el título en sueco es “Hombres que odian a las mujeres”. O sea, algo más fuerte que el simple “no aman”.

He llegado a la conclusión de que nuestro presidente del Gobierno, don Pedro Sánchez Castejón, es un hombre que no ama al Parlamento, sacrosanta sede de la soberanía popular. Más aún. No solamente no lo ama, sino que lo aborrece. Lo cual resulta alarmante.

Y ahí están los hechos.

En julio, el TC falló que fue inconstitucional el estado de alarma aprobado por el Gobierno con motivo de la pandemia de Covid. Entendió que, para acordar el confinamiento de toda la población (suspensión de unos derechos fundamentales) es necesario declarar el Estado de excepción, algo que solo corresponde al Parlamento, a propuesta del Gobierno, cosa que no hizo.

Ahora, el Tribunal Constitucional acaba de declarar que se vulneró el derecho de participación política de los grupos políticos con la decisión de la Mesa del Congreso, el 19 de marzo de 2020, que interrumpió la actividad parlamentaria e hizo cesar la tramitación de todas las iniciativas. Ese día, el Parlamento quedó clausurado.

La sentencia establece que la declaración del estado de alarma “no puede en ningún caso interrumpir el funcionamiento" de ninguno de los poderes del Estado y, de modo particular, el Congreso, porque, de lo contrario, se vulnera el derecho fundamental de participación política”.

Cierto es que, gracias a tales providencias, el presidente del Gobierno vivió con bastante tranquilidad política los graves episodios ocurridos durante la pandemia, lo mismo que las decisiones que fue tomando, ya que no existió ningún control político, al encontrarse atado y amordazado el Congreso de los Diputados. No tuvo que dar cuenta de nada.

Queda claro que a Pedro Sánchez no le gusta nada el Parlamento. No solamente practica el obstruccionismo aprovechándose de la mayoría gubernamental, y limita al máximo sus comparecencias para no dar cuenta de decisiones trascendentales, sino que no ha celebrado ningún debate sobre el estado de nación, a pesar de llevar ya tres años en La Moncloa.

 

Y fuentes gubernamentales ratifican que no tiene la menor intención de celebrar ese debate, en el que el Gobierno se somete al examen de la Cámara.

Según Gabriel Elorriaga, el desprecio al Parlamento comenzó en el mismo instante en que Sánchez llegó al Gobierno. Nada menos que un centenar de reales decretos ley han sido aprobados por el Consejo de Ministros desde que lo preside Sánchez, cincuenta y siete en esta legislatura que aún no alcanza su ecuador.

De las veinticuatro leyes ordinarias que han sido adelante desde las últimas elecciones, nueve de ellas procedían de un previo real decreto ley.

El recurso al decreto ley ha recibido un reiterado reproche constitucional, y algunos se han visto anulados por falta de justificación de su urgente necesidad. Uno de ellos, el que permitió por algún tiempo la integración del entonces vicepresidente, Pablo Iglesias, y del director del gabinete de Presidencia, Iván Redondo, en la Comisión Delegada para Asuntos de Inteligencia, encargada de controlar al CNI.

En más de un caso, tras la convalidación, el Pleno ha decidido su tramitación como ley por el procedimiento de urgencia, lo que impide, en la práctica, la posibilidad de introducir enmienda alguna en los textos. Ni debates, ni mejoras.

Así que el procedimiento legislativo ordinario, esto es, el que sigue su completa tramitación en las Cortes Generales, se ha convertido ahora en la excepción.

La comisión de investigación sobre la gestión de las vacunas del Covid, aprobada en marzo y cuyos trabajos debían desarrollarse en seis meses, aún no se ha reunido. La de seguimiento de los acuerdos adoptados en julio de 2020 por la comisión de reconstrucción social y económica, que tanta expectación suscitaron, ni tan siquiera ha llegado a constituirse.

La imagen de un banco azul desierto en la sesión de control al Gobierno, hace un par de semanas, pareció la ratificación definitiva de ese menosprecio al Parlamento por parte de Sánchez y su equipo.

Dice Elorriaga que el Parlamento languidece con los socialistas en el Gobierno, y que atraviesa sus horas más bajas desde la Transición. No sé si exagera. Pero lo que sí está claro es que Pedro Sánchez no ama el Parlamento. Clarísimo.

Aparte de razones de comodidad, a lo mejor responde a un talante personal del presidente. Porque, por lo que describen dirigentes socialistas, tampoco cuenta para nada con su partido, que domina y maneja sin contemplaciones. Tal vez es que tampoco ama al PSOE.

editor@elconfidencialdigital.com

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