José Apezarena

Silbidos, retrasos, presencias y ausencias junto al rey

Felipe VI saluda al alcalde de Madrid

La celebración, ayer, de la fiesta nacional, con el desfile militar en la Castellana y la posterior recepción en el Palacio Real, sirvió para tomar nota de numerosas circunstancias noticiosas, bastante relevantes en algunos casos, y cuando menos curiosas en otros.

El primer desaguisado se ha visto ampliamente reflejado en los medios: la descortesía de Pedro Sánchez, haciendo esperar a los reyes, metidos dentro del coche oficial, hasta su incorporación a la fila de autoridades. “No abráis la puerta, no abráis la puerta del coche”, decían los miembros de protocolo de la Casa Real. “El presidente no está”, explicaban. Sánchez ha echado la culpa a su equipo de Moncloa.

El temor del presidente del Gobierno a los silbidos y abucheos puede acabar en la paranoia, porque se trata de un circunstancia bastante inevitable, que no se resuelve con el truco, ensayado otros años, de presentarse en la plaza de Lima al mismo tiempo que el rey. La gente le ha pillado la estratagema.

De entrada, los abucheos van en el sueldo de los políticos, si bien sería de desear que no se produjeran en momentos tan solemnes como la fiesta nacional.

¿A qué le teme Pedro Sánchez? Porque los que ayer le silbaron no son precisamente votantes suyos. El episodio no le va a restar nada en los próximos comicios. Es más. Si, en lugar de esconderse, se dejara bañar en esas muestras de repulsa, a lo mejor incluso gana algún voto, de ciudadanos apiadados que puedan sentir lástima o repulsa por tales desahogos.

No estuvo presente, como era de esperar, la princesa Leonor, interna en el colegio de Gales, y que ha reservado un próximo viaje a España para la ocasión de la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Con lo que centró la atención en su hermana, una sonriente infanta Sofía.

Contaron algunas especialistas que la reina Letizia y la ministra Irene Montero habían coincidido en una circunstancia: las dos habían comprado por Internet el vestido que lucían. La primera en una web de Sevilla, la segunda en una de Madrid, esta última, por lo visto “algo pija”, decían las expertas.

Margarita Robles, cantando “La muerte no es el final” junto con todo el personal militar, ofreció otra confirmación de la alta sintonía de la ministra de Defensa con los ejércitos. El rey siempre lo canta, pero a Robles no se le había visto con tanta claridad.

Sobre ausencias y presencias, los ocho miembros del CGPJ ‘rebeldes’ demostraron, con su no comparecencia en el acto de la Castellana, que hay algo más que motivos legales y jurídicos en sus posiciones. Se han convertido en un grupo de presión descontrolado y al margen de otras obediencias que no sean sus propias frustraciones.

 

El ministro de Universidades, Subirats, adujo “motivo personales” para no asistir. Los “motivos personales” no suelen ser motivo para no comparecer junto al resto de miembros del Gobierno en la celebración de la fiesta nacional. Y otro ministro de Podemos dio la nota, la mala nota, quedándose absolutamente solo en la práctica del “sincorbatismo”. No era el momento. Alberto Garzón tiene que elegir mejor los lugares y los modos. Acierta poco.

Los dos presidentes nacionalistas volvieron a estar desaparecidos, siendo así que ellos gobiernan en el País Vasco y Cataluña gracias a la legalidad establecida por la Constitución, y que lo hacen en nombre del rey.

El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, asistió al desfile y estuvo en el besamanos del Palacio Real, pero no se quedó al vino de honor. Él mismo explicó que no le van esas convenciones.

Revilla relató en el programa Hablando Claro, de TVE, que había visto “preocupado” a Felipe VI. Lo aclaró enseguida: preocupado por el estado del político cántabro. “¿Le pasa algo?”, le preguntó el rey mientras daba el apretón de manos. “Le veo más delgado”, añadió como explicación a su pregunta.

Como anécdota, relató que en el Palacio Real se encontró con un personaje extraño, ataviado de negro, con un enorme bastón. Le explicó que era el patriarca de la Iglesia Ortodoxa. Revilla le preguntó: “¿Amigo o enemigo”. Comentó: es que no sabía bien si era “de los nuestros o de los otros”.

Cuatro interrupciones tuvieron que aplicar los reyes durante el besamanos, puesto que eran 2.500 las personas invitadas al Palacio Real. Al algunos les recordó las pausas de hidratación que se aplica en los partidos de fútbol cuando hace demasiado calor.

El desfile por la Castellana fue un éxito de organización. Lo presenciaron los embajadores de todos los países, y eso también es fortalecer la “marca España”.

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