José Apezarena

La soledad del rey Felipe VI

El encargo del rey a Pedro Sánchez, para que se someta en el Congreso a la investidura como presidente del Gobierno, ha culminado con total normalidad el proceso que marca la Constitución.

Lo señala con toda precisión el artículo 99 de la Carta Magna, cuando establece que "el rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno".

No han faltado quienes aventuraron que Felipe VI, vistas las dificultades de Mariano Rajoy y de Pedro Sánchez para conformar una mayoría suficiente, podría haber decidido no encargar a ninguno de los dos que se sometiera a la investidura, y por tanto provocar la repetición de las elecciones generales.

Aparte del riesgo que habría asumido el monarca adoptando tan conflictiva solución, la realidad es que para ello tendría que acogerse a una interpretación forzada del mandato constitucional, porque la redacción resulta taxativa: "el rey... propondrá un candidato". En imperativo: propondrá.

Si de los comicios de diciembre hubiera surgido un resultado cierto, con un partido claramente posicionado para optar a formar Gobierno, el protagonismo del monarca se habría traducido casi casi en una labor de trámite, de rutina. Como ocurrió en las ocasiones anteriores. Sin embargo, esta vez las cosas han resultado mucho más complicadas, lo que se ha traducido en esa inusual segunda vuelta de consultas a los partidos.

Y, de esta forma, los avatares de la designación han otorgado a Felipe VI un protagonismo desconocido hasta aquí, que, como consecuencia, le ha colocado en el foco de la actualidad como nunca había ocurrido. Los telediarios y las portadas de los medios informativos son testimonio de ello.

El proceso vivido estos días, es decir la directa intervención del rey, puede venirle bien a la figura del recién llegado monarca, precisado todavía de un definitivo respaldo entre la población. La nominación de candidato seguramente ha visualizado la importancia y necesidad de su figura como una de las claves y garantías de nuestro sistema político.

Al mismo tiempo, la contención, seriedad y eficacia mostrada estos días por La Zarzuela aporta igualmente elementos de aprecio y hasta de confianza hacia la figura de Felipe VI.

Se trata de otro paso, no pequeño, en el proceso de fortalecimiento definitivo de su figura. Se ha escrito más de una vez que esta nueva monarquía afronta, entre otros, el reto de demostrar la utilidad de la institución al servicio del país. Pienso que lo vivido estos días constituye, en efecto, un cierto remache.

 

Por cierto, y por si hiciera falta explicarlo, a la hora de protagonizar un proceso tan delicado y trascendente como es la designación de candidato a presidente del Gobierno, lo mismo que para el momento de las decisiones, el rey no está solo. En este caso no existe lo que pudiéramos llamar la "soledad del rey".

Afortunadamente para él, pero también para alivio de la ciudadanía, Felipe VI cuenta en La Zarzuela con un sólido equipo técnico y profesional, encabezado por un Jefe de la Casa, Jaime Alfonsín, que ha cualificado repetidas veces su capacidad como consejero y asesor. Aparte de las instancias y personas a las que el rey, o los integrantes de su equipo, han podido recurrir en busca de opinión y de información con las que armar las providencias que han ido adoptando estas jornadas.

Aunque las decisiones las toma él finalmente, y como tal las firma y responde de ellas, sin embargo el rey no está solo. Y menos mal.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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