José Apezarena

¿Tanques a Ucrania? Al Parlamento que le den

Carro Leopard español durante unas maniobras la pasada primavera.
Carro Leopard español durante unas maniobras la pasada primavera.

El Gobierno Sánchez ha decidido que el envío de carros de combate Leopard a Ucrania no sea debatido en el Parlamento.

La autorización ha generado división en el Congreso de los Diputados, aunque menos de la que podría pensarse. Según una encuesta periodística, el 60% de los diputados se muestran a favor del envío de los tanques, solo un 15% se pronuncian en contra, mientras que un 25% no sabe o no contesta. Vox, por ejemplo, no se había pronunciado

A falta de conocer más detalles sobre la operación, varios grupos han puesto sobre la mesa la necesidad de que la Cámara Baja pueda debatir y votar sobre la misma. Pero sin éxito.

Además de la oposición frontal de Podemos, otros grupos aliados del Gobierno, como ERC y EH Bildu, han reclamado que la decisión pase por el Congreso.  Gabriel Rufián ha argumentado que "es de primero de democracia". Y tiene razón.

El Gobierno, por boca de su gran gurú y portavoz, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, ha explicado que todas las operaciones desarrolladas en Ucrania "se están coordinando con todos nuestros socios y aliados, siempre bajo el paraguas de la OTAN. Es en ese contexto en el que se toman todas las decisiones".

Precisamente porque el acuerdo se ha adoptado en el marco de "un convenio ya aprobado" en torno al suministro de material, la decisión de enviar carros de combate a Ucrania ni siquiera tendría que pasar por el Consejo de Ministros.

El PP, que está a favor del envío, sin embargo ha solicitado la comparecencia de la ministra de Defensa, Margarita Robles, para que detalle el plan del Gobierno.

Técnicamente, la decisión de mandar a Ucrania los carros Leopard no precisa del visto bueno de los Cortes, al no tratarse de un envío de “tropas”. La Ley de Defensa Nacional, en su artículo 4.2, dice que "al Congreso de los Diputados le corresponde autorizar, con carácter previo, la participación de las Fuerzas Armadas en misiones fuera del territorio nacional”.

Así pues, en el Congreso no se hablará de los tanques. Se repite lo ocurrido con anteriores decisiones respecto a ese conflicto, pero en esta ocasión el envío de carros de combate puede considerarse un salto cualitativo. Algo que, sin embargo, no ha sido tenido en cuenta por el Gobierno.

 

Hasta el periódico ‘amigo’, El País, se ha pronunciado por la celebración de un debate en el Parlamento. Argumenta que los gobiernos deben dedicar esfuerzos a explicar sus decisiones, y que “en el caso de España, como sistema plenamente democrático, esas explicaciones solo pueden darse en sede parlamentaria

El envío de tanques a un país en guerra es -comenta- una decisión de calado, que merece una explicación razonada, más allá de un anuncio a los medios, y al margen de la presumible aceptación que pudiera tener la medida en la opinión pública.

La razón más clara -concluye- “conecta con el respeto a una cultura democrática que concibe el Parlamento como el lugar que dota de contenido y pleno sentido a las políticas de Estado”. Y no debería ser un impedimento la previsión de escuchar posiciones contrarias, incluso de los partidos de la coalición y los socios de investidura. Al contrario, esa puede ser la vía para que la ciudadanía no olvide que vivimos una guerra y que una guerra comporta compromisos y sacrificios.

Así que estamos, otra vez, en la larga serie de desplantes, por parte del Ejecutivo, hacia quien ostenta la representación de la voluntad popular, la Cámara Baja, constituida a partir del voto directo de los españoles.

La tentación de silenciar el Parlamento parece ser una tendencia oculta del actual Gobierno, y de su presidente en concreto. Lo demostró cuando, en la pandemia de Covid, decidió clausurarlo sin más. Lo cerró dos veces. Dos decisiones que han sido declaradas inconstitucionales por el Tribunal Constitucional. No está mal.

Y algo parecido, desprecio a las Cortes, ha demostrado con la reciente tramitación a toda prisa de leyes de altísimo calado en las que, al aplicar trámite de urgencia, ha hurtado la posibilidad de un debate en el Parlamento merecedor de tal nombre. Un Parlamento que, de esa forma, se ha visto amordazado.

Daría la impresión de que el Gobierno, y a su presidente, les molesta, hasta les sobra, el Parlamento. Casi podría calificarse de pulsión antidemocrática. Concretada en el eslogan “Al Parlamento, que le den”. Es, al menos, lo que repetidamente muestran los hechos.

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