José Apezarena

Urkullu ya no propone un País Vasco independiente... ¿para qué?

El lehendakari, Iñigo Urkullu, junto al Presidente de la Xunta, Núñez Feijóo
El lehendakari, Iñigo Urkullu, junto al Presidente de la Xunta, Núñez Feijóo

Íñigo Urkullu ha madrugado el calendario a sus colegas, anunciando elecciones anticipadas en el País Vasco para el 5 de abril, Domingo de Ramos precisamente. Lo que ha llevado a su homónimo gallego, Núñez Feijóo, a decidir lo mismo y también en esa fecha.

Con estos comicios, el lehendakari va a lucrar sin duda sus logros políticos de los últimos tiempos.

Su partido, el PNV, se ha convertido en actor clave para la estabilidad de España (del Estado, que diría él), ya que su voto resulta decisivo, imprescindible para el mantenimiento de la actual mayoría gubernamental y para la continuidad de la legislatura.

Urkullu se siente avalado por una gestión política interna que ha normalizado (tranquilizado) la vida del territorio, y por una eficaz gestión económica, que ha confirmado al País Vasco como la zona de España con los mejores datos en casi todos los baremos.

Y, más recientemente, se ha visto ratificado por los resultados de las últimas elecciones generales, que han confirmado la hegemonía de su partido y le han dejado sin un rival realmente peligroso.

Urkullu está acreditando un notable sentido práctico, un pragmatismo proverbial, que es la clave de su tranquila estancia en Ajuria Enea, en principio con continuidad asegurada,  e incluso reforzada, después del 5 de abril.

Y el sentido común se esconde detrás del mensaje que el lehendakari lleva tiempo transmitiendo, a interlocutores de diverso rango pero todos importantes, en el sentido de que la independencia del País Vasco no es ya un objetivo a perseguir.

Desde su punto de vista, eso constituye hoy un sueño imposible. Y creo que tiene razón.

Sabe que desde España nunca se facilitará semejante hecho. Pero, sobre todo, que Europa no permitirá que uno de sus socios principales se rompa en pedazos, habida cuenta de las traumáticas consecuencias que se seguirían para gran parte de los otros integrantes de la Unión, zarandeados igualmente por movimientos nacionalistas y separatistas.

 

Para personas como Urkullu, la independencia es un sentimiento muy profundo, que tiene sus fundamentos, pero él ha concluido que se ha convertido en una ilusión irrealizable.

Por eso mismo ha semienterrado la reivindicación separatista, que no figura en las reclamaciones políticas ni en la calle. Lo ha hecho atendiendo también al dramático despeñadero que vive Cataluña.                     

Pero es que, por si fuera poco, no está claro que la independencia resulte tan beneficiosa. Respecto al autogobierno, visto el nivel de autonomía de que disfruta, tampoco aportaría demasiado, salvo detalles como la posibilidad de formar selecciones nacionales que compitan internacionalmente. Que, por si faltara algo, Pedro Sánchez se ha comprometido a concederle, como pago por el voto traidor que derribó a Mariano Rajoy y el que ahora le ha confirmado en el sillón de La Moncloa.

Y en lo económico, no es seguro que el País Vasco se encontrara en una situación más próspera de la que ahora tiene. Así que...

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